Capitulo 44

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Había bajado de la planta alta completamente aturdida. Me senté en uno de los grandes sillones sin decir nada. Ninguno pareció percatarse de mi presencia. Los chicos estaban muy entretenidos aun mirando la pantalla, mi amiga, mirando a Juancho como si fuese una obra de arte.

Me quedé pensando en que, en apenas horas, eran los premios. Y Charly no quería ni verme. Temblé al recordar la conversación que había escuchado minutos atrás. María le estaba echando en la cara algunas cosas, como era costumbre.

"No mereces que esa buena gente te invite a eventos así".

¿le había pedido no asistir? Tuve que apretar la mandíbula para no soltar un sollozo.

Me tensé aun más cuando lo vi aparecer en la sala. Ningún levanto la mirada para observarlo tampoco. Ahora, todos simulaban estar concentrados en la gran pantalla, aunque se veía claramente la incomodidad en sus rostros.

Charly se dirigió hasta la cocina. Lo seguí con la mirada, aprovechando que no podía observarme. Lo vi abrir la heladera, elegir una cerveza y abrirla con facilidad contra la mesada.

Volvió a living. Echó un vistazo al televisor y se concentró en el juego por unos segundos. Yo aproveche para admirarlo, siendo aun más perturbadora. Sonó su cuello aun de pie. Pasó por detrás de mi lugar para atravesar la sala y sentarse en el sillón opuesto al mío, justo al lado de mi amiga.

¿Quién iba a decirlo?.

Todo apestaba.

Permanecí por unos minutos en mi mundo. No podía quitarle la vista de encima. Él, por supuesto, ni se inmutaba. Apenas pestañaba. Tragaba saliva con normalidad y hasta se había recostado contra mi amiga, poniendo sus pies levantados en el respaldo del sillón.

La naturalidad que lo caracterizaba estaba a flor de piel.

Cuanto lo envidiaba.

Por supuesto, me tomé el tiempo necesario por recriminarme una vez más cuanto había arruinado todo.

Me enojaba conmigo misma cada día más, como si eso fuese posible. Cuando supe que ya había tenido suficiente tortura, me puse de pie camine hacia la cocina, tomándome un atrevimiento que, teniendo cordura, no lo habría hecho.

Me senté en una de las últimas banquetas para que nadie pudiese observarme desde el living. Cerré mis ojos y, cuando apoyé mis codos en la mesada, me desplomé.

Apreté mis labios para que nadie me escuchara llorar como una niña. Lo último que quería era hacer escenas dramáticas frente a todos.

Miré el techo y abrí los ojos. Los ventile con mi mano intentando apartar la lágrimas.

Tenía un nudo en la garganta. Sentía que no podía tragar saliva con normalidad. Mi corazón latía más fuerte de lo normal.

Tú puedes.

Solo había un par de lágrimas y ya sentía mis mejillas rojas. Hice fuerza para no soltar toda la angustia que tenía dentro. Ya iba a tener tiempo para llorar luego.

Casi se me va todo de las manos, cuando lo vi entrar. Me miró y temblé, solo porque había perdido la costumbre de que lo hiciera. Observó mi rostro durante unos segundos mientras yo lo admiraba con mi peor cara de pollo mojado.

Caminó al costado de la larga mesada. Se estiró un poco para tomar un vaso del mueble. Lo sentí moverse detrás de mí. Había llenado un vaso de agua, y cuando lo vi a mi lado, me lo estaba ofreciendo. Lo tome somo si mi vida dependiera de ello.

Rápidamente lo lleve a mi boca para intentar controlar mis emociones. Deseaba con todas mis fuerzas que el agua descienda por mi garganta, pero no estaba ocurriendo.

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