18.

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MIRADAS

• Jessica Allen •

Última semana de agosto.

Estaba en la biblioteca tranquilamente, ojeando la documentación de la nueva mercancía.

Los rayos del sol se colaban por la ventana y daba un ambiente antiguo, naranja y relajante al lugar.

Las notas de I will de The Beatles sonaban por mis auriculares. Esa canción era... era única. Cuando la escuchaba, inevitablemente se me venía a la cabeza un par de ojos verdosos con castaño, un pelo marrón avellana, unos hoyuelos perfectos... Simplemente Thomas. Mi Thomas.

Las altas ganas de dedicársela no faltaba, claro. Solo estaba buscando el momento, uno así como... único, nuestro, importante.

Suspire cuando el cansancio mental de pensar miles de cosas a la vez me dolió. Últimamente me dolía la cabeza constantemente, y eso era muy frustrante.

Agotador y frustrante.

Cuando llegó la hora de mi descanso salí de la librería y caminé algunas calles hasta entrar en la cafetería de los Browns.

Estaba desierta y al igual que antes el sol invadía en local.
Me senté en las sillas de la barra y con cuidado cogí un donut de chocolate.

—Así si, hola.—Caleb me miro con desaprobación.

Le sonreí angelicalmente y me limpié con los dedos las comisuras de la boca.

—Hola, Cal—saque un billete y lo moví en varias dirección para llamar su atención—Obviamente pensaba pagarlo.

—Y si no era así, de aquí no salías sin pagar señorita.—Comentó.

El rubio ya tenía una cara más relajada y graciosa.

—¿Y Ali?

Resopla pesadamente.

—Te aseguró que no está en el baño, y menos si es con su novio. Y menos si incluyen otras partes del cuerpo.

Solté una risa y me toque la frente.

Mierda. Mierda. Mierda.

—¿Tiene algo para el dolor de cabeza?

—A ver... déjame buscar por aquí...—movió sus manos en un cajón bajo la caja registradora.—Vale, sí, pero es posible que tenga unos 20 años más que yo.

—Déjame ver—tendí la mano y mire la fecha.—No, está en bien estado.

—¿Agua?

—Por favor.—casi sonó a súplica.

Me tome rápidamente la pastilla y me tumbe con los brazos en la mesa y encima la cabeza, ocultándola de la luz.

Cerré los ojos y dejé que el silencio del lugar me envolviera, me sentía cansada y la mayor parte del tiempo no sabía cómo gestionar mis sentimientos. Y tenía miedo, porque esto era tan típico de aquellos tiempos que me asustó el porqué.

TÚ Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora