16| Vestidor

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Abracé fuerte a mi padre, casi lo dejo sin respiración. Él llora en mi hombro y me hace recordar lo tanto que me ha extrañado, lloré con él y reí con él. Me prometió que me iba a contar todo lo que sucedió después que me haya ido.

—Te he extrañado demasiado, hijita. —lo repitió una vez más, entregándome la chocolatada caliente. Hablábamos en el sofá, al frente de la gran chimenea, que desde mi madre se había ido nunca más lo habíamos prendido.

Nuestra charla duró horas, risas y más risas. Mi papá me contaba del problema que pasó la vecina, ella salió con pijama pidiendo ayuda porque su esposo entró a su casa, cansado del trabajo para verse con el amante de su esposa, pelea entre ellos dos y gritos de auxilio de la señora. Mi padre como todo un buen policía se puso su placa y fue donde la vecina, ella trataba de mentir diciendo que su amante era solo un amigo que quiso quedarse en su casa, pero los besos y la lencería de la talla más grande, decían lo contrario.

—Es mejor ya dormir. —dijo levantándose. —Ah, antes que se me olvide. Llama a tus amigas, ellas te necesitan. —después de su consejo que opté por hacer caso, se levantó subiendo al segundo piso donde se encontraban nuestros dormitorios.

A decir verdad, sí extraño a mis amigas. Es decir, son Avani y Addison, ellas se hacen extrañar, sus sonrisas y sus travesuras que al final nos regañaban, lo necesitaba. Ellas eran mis mejores amigas, nunca había encontrado a alguien tan divertida y a la vez tan serias, y ellas lo eran. Te apoyaban en todo sin esperar algo a cambio, eran terribles, hasta sentías que debías de matarlas, pero te divertían.

A veces quisiera dejar de fingir, desearía ser normal, tener oxígeno, tener una vida. Solo he tenido problemas, ahora más problemas. No pude ser una adolescente normal, desde que vine a este pueblo.

Y no me gusta la idea de no serlo, pero no siempre. Ver los ojos de ellos cuatro, sus sonrisas y sus colmillos blancos, su cuerpo y su razonamiento, todo de ellos, sus besos y sus malos humores, sus confesiones y sus mentiras. Me hacían tan mal, tan peligrosa que amaba sentirme así.

—¡Hola! —ellas dos gritaron en la pantalla. Estaba en mi dormitorio, medianoche, en video llamada con mis dos únicas amigas. Ellas dos en cada cuadrito, Addison en su sofá y Avani corriendo por el parque que se encontraba detrás de su vivienda.

—Dios, te hemos extrañado, bebé. —confesó la rubia, acercándose demasiado a la cámara, yo les sonreía. Empezamos hablar de temas triviales, ellas se burlaban de los penes de la escuela pública donde todos íbamos.

—De seguro, Avani ya se comió uno. —mencioné guiñándole el ojo, ella dos rieron.

—No, todavía no, no es tan grande como la que tenía Anthony. —terminé de darle un sorbo a mi bebida para así escupirlo por el tal comentario que Avani escupió riéndose.

Las tres solo escuchábamos risas nuestras, mis mejillas estaba rojas de tanto reír y mi boca me dolía de tanto abrirla. Avani llegó a su casa y Addison quería dormir, y no solo tuve que colgar.

—No te olvides, que mañana vamos a tu casa para sacarte a comprar. —mencionó Addison colgado la llamada, no esperó mi "no", no quería ir a comprar.

Dejé al lado la laptop y me eché en la cama que ya dejé de usarla por un largo tiempo. No tenía sueño, pero sí tenía flojera, no me sorprendo, siempre tengo flojera. Miré a un lado de mi ventana, y noté la mirada de Vinnie penetrándome. Ellos nunca me iban a dejar de espiar.

—Recordé esa vez donde tuve un sueño muy... pero muy candente y me asusté y fui donde ustedes. Ahora que lo pienso mejor, desearía saber quién de ustedes me tocó. —susurré sabiendo que él me podía escuchar, lo miré una vez más y le sonreí divertida.

DANGEROUS (V.H, P.M, J.R, J.H)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora