La luz de las primeras horas de la mañana se abría paso entre las cortinas de la habitación que compartían, siendo una ligera molestia que pronto se vio reducida por la apariencia que la misma le daba al hombrecito que dormía junto a él; se encontraba apretado contra su pecho, aún en un profundo sueño, su espalda con un ligero resplandor amarillento que resaltaba las pecas que se regaban a lo largo de su cuerpo, la piel pálida adquiriendo color y sus negros cabellos mostrando un ligero brillo que era aún más difícil de ver sin sus lentes puestos. Levantó su mano, posandola sobre el hombro de Oswald, acariciandolo dulcemente mientras dejaba que la imagen de este lo relajara y con suerte, poder volver a dormir, al menos unos cuantos minutos más. Sentía la calmada respiración del otro, sincronizando poco a poco la suya con la de él, cerrando sus cansados ojos y cayendo dormido una vez más. Al despertar, el otro no se encontraba en la cama, estaba completamente solo, tomó sus lentes y después de vestirse salió de la habitación en busca del mayor, encontrándolo unos momentos después frente a la mesa del comedor, a punto de sentarse a desayunar.
-Buenos días.- aquellos ojos verdes fijos en él, un rostro sonriente, con un brillo tan único que solo lo hacía querer tenerlo junto a él para siempre. -Llegas justo a tiempo ¿me acompañas?- señaló la silla junto a la suya, invitándolo a sentarse, se acercó hacia el más bajo con una sonrisa, tomando la silla a la que lo invitaba, y dándole un beso en la frente antes de tomar asiento junto a él.
-¿Por qué no me despertaste antes?
-Solo, has estado tan cansado estos días, no me parecía correcto interrumpir tu sueño, menos cuando parecías dormir tan plácidamente.
Su sonrisa era, de algún modo, inocente, dulce, habían estado juntos todos esos años, y aún no lograba entender como podía ser así, era el pingüino después de todo, uno de los criminales más notorios de la ciudad, el rey del bajo mundo, a quien el pueblo había decidido darle la alcaldía, el rey de Gotham. Sonrió de vuelta, tomando una tostada mientras el otro masticaba una de las tantas cosas servidas en la mesa.
-¿Cómo dormiste cariño?- vio al otro sonreír aún más, todos esos años y seguía recibiendo la misma reacción cuando le decía así, "cariño".
-Dormí cómodamente entre los brazos de un apuesto hombre, Edward.
Rió suavemente antes de responder.
-¿Se puede saber quién es este apuesto hombre, Cobblepot?
-Sabes, hay personas que le dicen El Acertijo, pero yo jamás lo llamo así.
-¿Y cómo lo llamas?
-Amor en ocasiones, querido, de vez en cuando estorbo; puede ser muy molesto a veces, más que nada cuando se siente superior al resto, aunque debo admitir que amo cuando se comporta así.
Soltó una risita por lo bajo viendo como Oswald le sonreía picaramente. Tomó su mano entre la suya, acercandola a sus labios para besar sus nudillos.
-Te amo.
-Sabes, no es necesario que me lo repitas cada 15 minutos- hizo un gesto exagerado con la mano que tenía libre antes de sonreírle y apretar sus manos con fuerza, y romper el corto silencio que hubo. -Yo también te amo.
Era un día especialmente frío en Gotham, y a medida que avanzaba el clima parecía empeorar más y más. Lo único bueno era que todo el bajo mundo corría según ellos lo decían, y respecto a la alcaldía, cada proyecto que tomaban parecía complacer a los ciudadanos, por lo que el día resultó ser muy tranquilo. Pero el frío y la humedad solo implicaban dolor para el más bajo, que sufría las heridas no tratadas y causadas por Fish Mooney años atrás. Estaba en un sillón frente a la chimenea, con una cobija sobre él, intentando recibir el calor suficiente en su pierna para que no doliera aún más. Se sentó frente a él, y descubrió la pierna herida, dando que ves masajes en esta para poder aliviarlo. Volteó hacia él para encontrar sus miradas e inevitablemente recordó como se había negado a aceptar su ayuda las primeras veces, y cómo, cuando al fin había accedido, volteba para evitar ver su pierna, negándose completamente a la visión de esta; no pudo evitar sonreír al notar el avance de su amado, continuó con los delicados toques hasta estar completamente seguro de que ya no había más dolor en su pierna. Levantándose para quedar junto al más bajo en el sofá, envolviendolo con uno de sus brazos, apoyando su cabeza sobre la suya, escuchando la lluvia en el exterior mezclarse con la leña ardiendo.
-Eres demasiado, Ed.
-Lo sé.
-Te amo. -las comisuras de sus labios se ensancharon ligeramente formando una sonrisa, acariciaba el brazo del pelinegro que descansaba su cabeza en la curvatura entre su hombro y su cabeza.
-No necesitas decírmelo cada 15 minutos.- besó su frente antes de volver a apoyar su cabeza sobre la suya, quedándose en silencio, disfrutando de la paz que el sonido ambiental otrogaba, disfrutando de la simple presencia del otro.