xiii. El boggart

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CAPÍTULO TRECE 

El boggart

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CUANDO LLEGARON AL AULA EN EL QUE tendría lugar su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, el profesor Lupin todavía no había llegado

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CUANDO LLEGARON AL AULA EN EL QUE tendría lugar su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, el profesor Lupin todavía no había llegado. Dianne todavía no se acostumbraba a llamarle de aquella manera, pero realmente estaba segura de que las clases de Remus iban a ser mucho mejores de las que habían tenido en los dos primeros años. Después de todo, había escuchado como el propio Lupin le contaba cosas de cuando estaba en Hogwarts, y de como había sido un gran estudiante en muchas materias. Defensa Contra las Artes Oscuras era una de ellas, así que Dianne estaba realmente convencida de que iba a ser un gran profesor.

Todos los alumnos se sentaron en sus respectivos asientos, sacaron los libros, las plumas y los pergaminos, para luego ponerse a hablar entre ellos. Todos parecían igual de ansiosos por saber como serían las clases de Lupin, y no era para menos. Los dos años anteriores no habían tenido a buenos profesores y estaban bastante verdes en la materia, en especial en cuanto a la práctica se refería. Sus clases había sido simplemente teóricas, una gran pérdida de tiempo en opinión de muchos alumnos. Por eso, los murmullos llenaban la sala conforme el tiempo pasaba. Al menos, hasta que llegó el profesor.

Remus sonrió de forma algo vaga, mientras ponía su desvencijado maletín encima de la mesa. Estaba vestido como siempre, pero parecía más sano que la última vez que Dianne lo había visto, en el tren luego de la aparición estelar de los dementores como si fueran revisores del tren. Parecía que se había tomado unos buenos banquetes, aunque la rubia sabía perfectamente el motivo de la mejoría del hombre. Y se sintió más tranquila al ver que Remus había recuperado algo de su sonrisa habitual, aunque fuera de forma muy vaga.

—Buenas tardes—dijo Remus, con voz tranquila. Era ese tono que un adulto usaría para calmar a un menor, y seguramente era lo que él realmente pretendía. Era parte de su instinto natural, por mucho que se negara a verlo. Y por eso, Dianne contuvo una sonrisita—. ¿Podríais, por favor, guardar los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica, así que solo necesitaréis las varitas.

Dianne contuvo su entusiasmo mientras recogía los libros y los guardaba. 

Nunca habían tenido una clase práctica de Defensa Contra las Artes Oscuras, y tenía curiosidad por ver que había planeado Remus. Bueno, claro estaba, que se contra la memorable clase del año anterior, en la que el antiguo (y fracaso total) profesor había llevado una jaula repleta de duendecillos y los había soltado por la clase.

<< Me pregunto que tiene preparado>>, pensó Dianne, mientras intercambiaba una mirada con Daphne. La pelirroja también parecía tan expectante como ella.

Dianne y el prisionero de Azkaban³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora