Dianne y el prisionero de Azkaban³

xxix. Me importas

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CAPÍTULO VEINTINUEVE
Me importas

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ENERO DIO PASO AL MES DE febrero sin que se notara demasiado el cambio en lo referido al tiempo atmosférico, pues el mismo frío glaciar del primer mes del año se empeñaba en seguir presente en el segundo. Era como si los terrenos de Hogwarts desearan pasar a ser considerados como hermanos  de honor del Polo Norte o el Polo Sur, pues la temperatura había descendido drásticamente, y la nieve cubría los campos adyacentes al castillo. Se trataba de una amplia manta nevada que hacía destacar aún más el castillo y sus terrenos, creando una sinfonía realmente mágica.

Era una bellísima y hermosísima estampa, si se paraba uno a pensarlo, un verdadero regalo para ojos de cualquiera, — tanto magos como muggles podrían apreciar la belleza de aquellos campos nevados, pues ningún glamour podría llegar a opacarlos. Después de todo, la naturaleza no entiende de magia alguna.

Aunque, lo que sí era verdad, era que aquella imagen era más propia del mes de diciembre que del de febrero. Aquellas nevadas intensas no eran demasiado habituales en febrero, pero eso no quitaba lo hermoso de aquel acontecimiento.

El partido entre las casas de Gryffindor y Ravenclaw se acercaba poco a poco en el calendario, pero Harry seguía sin solicitar otra escoba distinta a la Estrella Fugaz que tenía disponible, para desesperación de Dianne. Después de todo, ella sabía perfectamente lo sumamente lenta que era ese modelo de escoba, y que no era, precisamente, el más adecuado para el buscador de un equipo. Alguien con ese puesto debía ser poseedor de una escoba rápida como un relámpago, no una que volase como un pelícano con sobrepeso.

Evidentemente, él le había prácticamente prohibido que le comprara una, pero el que no pidiera ninguna la estaba volviendo algo loca. Deseaba que la casa de los leones ganara a las águilas, y para eso necesitaban que Harry atrapara la snitch antes que la mayor de las Chang. Cosa que no iba a pasar si Harry usaba la Estrella Fugaz en el partido.

Y el tiempo atmosférico tampoco era que ayudase mucho en ese sentido, pues jugar un partido con aquel tiempo gélido no era el plan favorito para los jugadores de ambas casas. Ni siquiera para el resto, que se situarían de espectadores en las gradas del estadio.

Por otro lado, la relación entre Dianne y Harry estaba tan bien que ninguno de los dos era capaz de esconder su sonrisa en cuanto se veían. Atrás había quedado todo el drama que habían tenido en su relación aquel mismo año, como si todo aquello hubiera sido opacado por las nuevas sensaciones que ambos experimentaban en su relación. Era sumamente increíble aquel cambio, pero ambos estaban tan a gusto que no se replanteaban la velocidad con la que sus sentimientos comenzaban a incrementar.

Luego de aquel momento íntimo que ambos habían compartido en el campo de Quidditch, Harry la besaba cuando más le apetecía. Evidentemente, primero se aseguraba de que nadie que pudiera delatarla a Draco estuviera cerca —y también que no hubiera ningún profesor cerca—, y siempre lejos de Hermione y Ronald para no incomodarlos, —o, más bien, para que Ronald no les cortase el rollo, como era tan habitual en él—. Después de eso, ni siquiera se molestaba en pedir perdón o su opinión, simplemente lo hacía. Y Dianne mentiría si dijera que aquella osadía de Harry no le parecía tremendamente atractiva.