xx. Clases antidementores y Hogsmeade

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CAPÍTULO VEINTE
Clases antidementores y Hogsmeade

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LUEGO DE LA LARGA INSISTENCIA de la señora Pomfrey, Harry se quedó en la enfermería durante todo el fin de semana

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LUEGO DE LA LARGA INSISTENCIA de la señora Pomfrey, Harry se quedó en la enfermería durante todo el fin de semana. Él no se quejó, puesto que mientras la enfermera se lo decía, podía ver la mueca preocupada de Dianne. A pesar de que se esforzaba en disimularla todo lo que podía, apoyada en la pared a su lado como si nada, él podía verlo perfectamente en la forma en la que sus ojos verdosos lo observaban cada vez que se movía en la camilla.

Harry se sentía profundamente observado, como si estuviera en la mirilla de un francotirador.

Y no podía importarle menos.

De hecho, lo disfrutaba en silencio.

Lo cierto era que Harry no quería preocuparla más de lo que ya lo había estado, así que se mantuvo en la cama de manera obediente. Incluso aceptaba la ayuda de la rubia, a pesar de que le daban ganas de poner los ojos en blanco constantemente. Pese a eso, no les dejó tirar los restos de la Nimbus.

—Vamos, Harry—insistió Hermione, por enésima vez, mientras el pelirrojo a su lado bufaba por lo bajo—, ahora es sólo una montañita de virutas y astillas. Sería mejor tirarla a la basura...

—No—gruñó Harry, entornando los ojos, claramente molesto con aquella propuesta—, es mi escoba.

—Pero...

—Déjalo, Hermione—intervino Ron, quien estaba cansado del tema. Apoyó una mano en el hombro derecho de la nacida de muggles, logrando su atención—. Casa uno lleva el luto a su manera.

Hermione le dio una mirada incrédula, para luego reprocharle sus palabras. Ron se enfadó, marchándose de la enfermería echando pestes mientras la chica lo seguía sin cesar su discurso.

Harry giró la cabeza al escuchar una ahogada risita. Dianne se tapaba la boca con una mano, mirando hacia otro lado mientras amortiguaba alguna que otra risita. Pese a eso, su mirada estaba cargada de diversión.

—¿Mi luto te hace gracia? —le preguntó Harry, de mala gana.

—No, claro que no—respondió Dianne, con algo de burla en la voz, mientras le daba una mirada—. Solamente me hacen gracia Hermione y Ronald. Son un dúo bastante cómico, ¿no te parece?

Harry asintió con la cabeza, esbozando un amago de sonrisa. Sin embargo, el montón de astillas que antes había sido su escoba no dejaba de aparecer en su mente.

—Ya sé que me has dicho que no, —habló Dianne, al percatarse de la expresión ausente del chico al observar lo que antes era su querida escoba—, pero si me dejaras, te compraría una escoba buenísima. El último modelo, el que haría que a mi hermano y a todo el mundo le diera un ataque...

Dianne y el prisionero de Azkaban³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora