v. Nuevo Integrante

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CAPÍTULO CINCO
Nuevo integrante en la familia

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DURANTE EL RESTO DEL VERANO, ni Lucius ni Narcissa mencionaron nada sobre la fuga de Sirius, fingiendo como que no había pasado nada

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DURANTE EL RESTO DEL VERANO, ni Lucius ni Narcissa mencionaron nada sobre la fuga de Sirius, fingiendo como que no había pasado nada. Draco parecía algo tenso, como si esperara que el prófugo apareciera en cualquier momento y se llevara a su hermana consigo. Y esta… bueno, ella estaba de lo más tranquila, simplemente pasando el tiempo leyendo u observando a Dark volar sin parar.

Lo cierto es que Dianne llevaba unos meses pensando en conseguirse otra mascota. Tenía a Dark, quien era una gran compañía y llevaba muchísimos años con ella, pero necesitaba algo más suave y calentito. Si bien su lechuza era anormalmente cariñosa, siempre estaba el pequeño detalle de las afiladas garras y el pico. Aunque no quisiera hacerle daño, a veces la rasguñaba. Dianne quería algo que se subiera a su cama y se acurrucara a su lado.

En un pestañeo, llegaron los días finales de agosto, que eran sinónimo de las compras para el nuevo año escolar. Al estar en tercer curso, podían ir al pueblo de Hogsmeade, uno de los únicos enteramente mágicos de todo Inglaterra. A Dianne no le había interesado demasiado el que sus padres firmaran la autorización que el profesor Snape les había mandado, pero su hermano se había puesto tan irritable que había acabado por aceptar a regañadientes. A veces Draco era peor que un niño pequeño.

El Callejón Diagón estaba lleno hasta la bandera cuando ellos llegaron, como era de esperarse dadas las fechas. Para su fortuna, Narcissa había decidido acompañarlos en aquella ocasión, por lo que caminaba a su lado, mientras su hermano lo hacía al lado de Lucius. Ambas se separaron de los dos rubios, quienes se habían puesto a hablar del Ministerio de Magia y de tropocientas cosas más que a ninguna de ellas le acababa de interesar.

Al pasar por la tienda de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch, Dianne no pudo evitar que su mirada verdosa se centrara en la preciosa Saeta de Fuego que estaba en exhibición en el expositor. Era una verdadera belleza, pues el mango brillaba como si estuviera hecho con la madera del árbol del Edén. Ni siquiera le echó un vistazo a la etiqueta; sabía que una escoba así costaría muchos galeones.

—¿No la quieres, cariño? —preguntó Narcissa, confundida, cuando vio cómo se alejaba del escaparate.

—Mi Nimbus 2001 está perfecta —respondió en un refunfuño, para luego suspirar—. No hace falta gastarse tanto dinero en otra, cuando la mía está bien.

Narcissa se quedó mirando a su hija durante unos segundos, para luego ambas seguir con las compras. Según su madre, tanto ella como Draco necesitaban algunas túnicas nuevas, por lo que no le quedó más remedio que estarse quieta mientras la medían. Casi enrojeció de la vergüenza cuando la dicharachera dependiente comentó que había ganado algo de pecho desde el año pasado. Realmente no había hecho falta que lo gritara de aquella manera, puesto que Dianne estaba segura de que todos los de la tienda la habían escuchado.

Dianne y el prisionero de Azkaban³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora