xxvi. Arreglando las cosas

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CAPÍTULO VEINTISÉIS
Arreglando las cosas

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DIANNE ESTABA REALMENTE preocupada

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DIANNE ESTABA REALMENTE preocupada. Luego de que Hermione le hubiera contado que Harry había tosido sangre, exactamente la misma noche que ella, no sabía ni que pensar. Realmente no había entendido la conexión que existía entre ellos desde que el profesor Dumbledore se lo había contado, y ahora mucho menos. Sin duda, tenía que hablar con Harry, aunque no sabía del todo como hacerlo. Los recuerdos de las Tres Escobas seguían presentes en su mente, como un recordatorio.

Sin embargo, Hermione había sido muy clara. No podía esconderle cosas graves a Harry, por mucho que no quisieran hablarse el uno al otro. Lo cual era una total mentira, pues la propia nacida de muggles le había dicho que el mestizo quería hablar con ella. Y, pese a eso, la de sangre Black tenía cierto pavor a que Harry la mandase oficialmente a tomar viento. Era lo que le faltaba ese curso para sentirse la peor persona del mundo y no querer ni levantarse de la cama.

Por eso, en ese preciso momento, Dianne estaba inquieta. Realmente inquieta. Se encontraba en uno de los jardines del castillo, sentada en una piedra, abrazándose a sí misma mientras esperaba. Hermione se las había arreglado para que, tanto ella como Harry se dejaran de tonterías y hablaran de una vez.

Y mentiría si dijera que no estaba algo ansiosa.

Se tensó, sin remedio alguno, en cuanto escuchó pasos aproximándose a ella. Podría ser cualquier otra persona, por supuesto, pero Dianne sabía que se trataba de Harry. Era como una especie de sexto o séptimo sentido que tenía. A pesar de estar de espaldas, de físicamente no ver, sabía que era él.

Harry caminó hasta quedar delante de ella, solo que dándole la espalda, observando el paisaje frente a ellos. Dianne miró la espalda del chico durante unos segundos, como acto reflejo, para luego bajarla al verdoso césped que había debajo de ella. Había unas cuantas florecillas naciendo por allí, de forma totalmente aleatoria, y Dianne observó cómo se mecían suavemente por la brisa que soplaba.

Al final, ella misma fue la que decidió romper el silencio.

—No contaba con que vinieras—soltó Dianne, sin elevar la mirada.

Él no dijo nada, pero lo escuchó suspirar.

—Estoy seguro de que Hermione me habría matado si no venía—habló Harry, luego de unos segundos en silencio, simplemente limitándose a observar la zona verdosa que rodeaba Hogwarts—. Y realmente quería venir... Yo...—resopló, por algún motivo que ella desconocía—. Realmente quiero hablar contigo.

Dianne no despegó la mirada de las florecillas, ni siquiera cuando Harry se movió. El chico giró sobre su eje y la miró, observando como su melena platinada se mecía levemente por la brisa, pues se encontraba totalmente suelta. Como estaba sentada en aquella piedra, abrazándose a sí misma, y haciendo que se preguntase si tenía frío. Y fue cuando Harry se percató de un pequeño detalle.

Dianne y el prisionero de Azkaban³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora