CAPÍTULO UNO.

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Antes de comenzar a leer esta historia me gustaría aclarar, que tiene contenido sensible. Y también antes de comenzar quería agradecerle a mí mejor amiga Linda, que me apoyó siempre en esto de la escritura y estuvo conmigo siempre, dándome consejos para mejorar.
  Gracias.

Era un día soleado, Aida estaba jugando en el parque con sus padres a las escondidas.

- Tu cuentas ahora - aclaró riendo aquella niña mientras corría buscando un escondite.

- De acuerdo - dijo su madre mientras tapaba sus ojos y empezaba a contar y su esposo se escondía al igual que su hija. - Uno... dos... tres.... cuatro... cinco.... seis... siete...ocho...nueve...diez... ¡Listos o no ahí voy! - gritó mientras buscaba entre árboles y arbustos.

- Jamás me encontrará - aclaró segura Aida en un susurro mientras reía detrás de un árbol algo alejado de sus padres.

Aquella mujer amarró su cabello castaño ondulado mientras veía a su esposo detrás del arbusto.

- Ahí estás - y le tocó el hombro riendo.

- Oh rayos, ahora debemos encontrar a la pequeña traviesa - y río en una carcajada.

Aida aún seguía escondida riendo mientras veía a sus padres buscarla.

- Hola pequeñita - saludó en un tono de vos bajo un señor junto a una mujer.

- Hola... - dijo algo tímida aún detrás del árbol.

- Que bonita eres cariño... ¿Te gustaría tomar un helado? - preguntó aquella señora.

- Yo... no sé... es que... -

- ¿Qué edad tienes? - interrumpió aquella señora.

- Seis años... - respondió.

- Eres muy bonita... ¿Quieres un helado y luego te llevamos con tus papis? - y acarició su rostro dulcemente.

- Si... - y sonrió de manera tímida. Aquella señora la cargó y junto aquel hombre se subieron a un auto negro y emprendieron el viaje. Viajaron unos cinco minutos hasta pasar por la heladería, pero siguieron de largo. - Señora... ya pasamos la heladería - dijo señalando por la ventana, pero no respondieron. - ¿Señora?... ¿Señor? - el miedo comenzó a invadirla, sus latidos se aceleraron, las lágrimas humedecieron sus ojos y sus manos temblaban levemente.

Luego de unas dos horas de viaje llegaron a una casa, bastante grande para dos personas. Bajaron a Aida a la fuerza ya que ella se rehusaba a ir con ellos. Al entrar a la casa, que estaba en un estado aceptable pero con olor a suciedad miró con miedo a esas personas.

- ¿Qué haremos con esta niña? - preguntó la mujer.

- Ya hablamos eso - aclaró el hombre alto y de cabello canoso.

- Ya sé eso, hablo de ¿Dónde la dejamos? -

- En el sótano - respondió mientras la agarraba del brazo y la llevaba al sótano oscuro, frío y lleno de polvo.

- ¡No! ¡Déjenme! ¡Suélteme! - gritaba mientras se movía y se zamarreaba.

- ¡Cállate, estúpida! - y la empujó al sótano mientras cerraba la puerta.

Aida miro a su alrededor con la poca luz que entraba en una pequeña ventana. Abrazó sus rodillas con un leve polvo y escondió su cabeza entre ellas mientras lloraba.

Mientras tanto en su hogar, sus padres estaban desesperados mientras unos oficiales los interrogaban.

- Entonces, ¿Cuándo fue la última vez que vieron a la niña? -

AidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora