CAPÍTULO DIEZ.

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- ¿Cariño?... ¿Cariño? – dijo Eris en un tono bajo despertando a Eryx.

- ¿Mamá? – y abrió los ojos lentamente para incorporarse, se estiró y algo molesta por la luz los miró.

- Te dormiste en el sofá – y Eric besó su frente.

- Te compramos algo – y le dieron una pequeña bolsa que contenía una pequeña caja dentro.

Sacó aquella caja de la bolsa, era un celular, los miró impactada, era un celular nuevo, no usado, era de marca, precisamente un iPhone, lo sacó de la caja, era hermoso, grande y con varias cámaras eso llamó su atención.

- De esta manera podrás avisarnos dónde estás, hablarnos y también agendar amigos y a tu novio – afirmó Eric sonriendo junto a su esposa y Eiden que miraba curiosa.

- ¿En serio? ¿Puede agendar a más personas? – preguntó feliz.

- Si amor – y su madre le besó la frente.

Pasaron lo que quedaba de la tarde actualizando aquel celular nuevo. Luego de terminar sus padres se fueron a la habitación a hablar, Eryx no soportó su curiosidad aprovechó que Eiden miraba la televisión y se puso detrás de la puerta para escuchar.

- Cariño, encontré una buena psicóloga – dijo Eris en un tono bajo.

- No entiendo porque no la atiendes tu – agregó Eric en el mismo tono.

- No puedo, siento que no podría decirle las cosas como son… le haría daño…- y se sentó en la cama al borde del llanto.

- Pero contigo tiene más confianza – afirmó Eric sentándose a su lado.

- No es lo mismo ser psicóloga de cualquier paciente que ser psicóloga de tu hija… con pacientes es diferente… solo… solo no puedo… -

- Está bien… ¿Qué sospechas que tiene? – y acarició su espalda.

- Lo que nos dijeron los psicólogos y psiquiatras de la estación de policía, lo más seguro es que tenga transtorno múltiple de la personalidad y esquizofrenia… -

- Pero, ¿Tu crees en su palabra? – y la miró.

- No lo sé… ya no sé quién es Eryx y quién es Aida, ni siquiera sé si estoy hablando con Eryx todo el tiempo o si es Aida – dijo agarrándose la cabeza estresada y rompiendo en llanto.

- Ya… ya… la enviaremos a esa psicóloga… ella, la escuela y nosotros le harán bien y Eryx desaparecerá y volverá a ser nuestra Aida, solo dale tiempo a sanar esos traumas… - y besó su mejilla.

Eryx comenzó a sentir como su respiración se entrecortaba, caminó hacia su cuarto y se sentó en su cama, temblando, sudando con el corazón que le golpeaba el pecho, como si quisiera salir. Sentía que la habían traicionado, que no la querían como era.
- No me aman… no nos aman – dijo levantándose de la cama para comenzar a caminar por toda la habitación en círculos. – Son unos… traidores… - y golpeó su almohada enojada - ¿Dónde estás, Aida? – preguntó en voz alta. Comenzó a sentir como su cabeza giraba, sentía pinchazos, como pequeñas agujas entrando por la cien hasta llegar al cerebro, su corazón latía más y más fuerte, sentía como cada vez que lo hacía se rompía. – Me traicionaron… me traicionaron – dijo en voz alta mientras sus manos temblaban y el sudor la mojaba por completo, como si hubiese salido de una piscina. Veía luces, destellos, veía sombras, vio a Martha parada en una esquina de la habitación junto a Robert sonriendo de manera maléfica junto a todos los hombres que la habían violado, eso hizo que se arrodille en el suelo del cuarto y se acurruque. – Todos me traicionan… todos mienten… todos ocultan… - se dijo a ella misma una y otra vez mientras temblaba cada vez más, mientras su corazón latía fuertemente y rápido, mientras el sudor frío recorría su cuerpo cada vez más rápido. Se levantó del suelo y salió del cuarto, caminó hacía la cocina rápidamente para tomar un cuchillo. Vio a sus padres salir del cuarto así que rápidamente se dirigió a ellos, se lanzó sobre Eric, lo apuñaló en el hombro una vez, luego en el estómago, hasta sacarle las tripas y luego en la cara, hasta que ya no fuera un rostro si no solo un despojo de carne, huesos, dientes y sangre. Miró a su madre, ella estaba sentada en el suelo mirándola con horror, ella se acercó a Eris y le dijo. – Todos me traicionan… - y la apuñaló en el estómago. – Creí que me amabas – dijo con rabia para apuñalarla unas cuantas veces en el pecho y en el abdomen, le abrió el pecho para sacarle el corazón y observarlo. – Ahora tu amor, será solo para mí – y se volteó para ver a Eiden, dejó el corazón en la mesada de la cocina y se acercó a ella, la miró fríamente para cortarle el cuello y mirar como poco a poco se desangraba y la vida de esa niña se apagaba. Suspiró y cerró los ojos para luego abrirlos, estaba más calmada, miró a su alrededor, estaban todos muertos, de nuevo sentía esa presión en el pecho. - ¿Mamá…? ¿Papá?... ¿Eiden? – preguntó mirando con horror la escena que ella misma creó. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, emitió un quejido, luego otro quejido y otro, suspiró y horrorizada gritó con todas sus fuerzas del miedo que sentía. Se tiró al suelo golpeándolo hasta lastimarse las manos pero alguien la detuvo.

AidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora