Tristeza, dolor y venganza

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Renuncia de derechos, los personajes que salgan aquí son de sus respectivos autores.

Sirzechs corría a gran velocidad atravesando escombros mientras Roygun iba en su espalda.

"¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!"- gritó en su mente el pelirrojo apresurándose en llegar a la sala de recitales donde antes estuvieron los niños.

Roygun miraba con horror el escenario a su alrededor, la ciudad se había convertido en un verdadero pandemónium sumido en llamas.

En las calles, las tropas del gobierno Maou comandadas por Beelzebub y la armada de los anti-Maou intercambiaban fuertes ataques que exudaban sin duda gran poder demoníaco.

Sirzechs se apresuró a entrar en la sala de recitales, esquivando y desviando las auras demoníacas que se dirigían hacia su ser.

El pelirrojo abrió la puerta con un golpe fuerte percatándose de que al igual que el resto de la ciudad el interior estaba bañado en llamas.

Las paredes, los pilares y el techo se habían derrumbado, y todo el edificio parecía estar a punto de derrumbarse de un momento al otro.

-Sir-Sirzechs -tartamudeó Roygun tapándose la boca con la mano derecha y sus ojos se llenaron de lágrimas ante lo que vio en aquel momento.

El niño que minutos antes había halagado su belleza ahora yacía muerto mientras una viga de hierro atravesaba su estómago sin piedad.

-N-no pu-puede ser -Sirzechs cayó sobre sus rodillas al ver aquello, su estado no era mejor que el de Roygun pero supo cómo disimularlo.

Sirzechs miró los cuerpos que yacían debajo de sus ojos con un rostro inundado en tristeza y un enorme dolor que había surgido en su corazón.

Algunos de ellos se habían convertido en cenizas, mientras que otros habían sufrido heridas mortales... Todos los niños y niñas cantantes de su coro habían fallecido.

Roygun se limpió las lágrimas sabiendo que quien más dolor sentía en estos momentos era Sirzechs, pues aquel coro lo fue todo para él.

Día y noche creando varias partituras musicales, borrando o añadiendo notas, ensayando... todos los frutos de su trabajo habían sido consumidos.

-¡Lo siento! -Roygun le abrazó por la espalda intentando consolarle, pero en sí ella misma era incapaz de frenar las lágrimas en sus ojos.

-Estos niños vinieron aquí hoy para cantar una canción de paz, vinieron sólo para que los residentes de esta ciudad pudieran disfrutar de los frutos de su gran trabajo -habló Sirzechs.

Sirzechs apretó sus puños con gran fuerza y entonces tomó su mano ilesa posando sus ojos vacíos en ella ante la mirada de la diablesa.

-Roygun, nací con el poder de la destrucción, un poder especial según mis padres y gracias a eso fui catalogado como un Super Devil -dijo el joven recordando aquellas palabras de sus padres.

Por su mente pasaron las imágenes de su entrenamiento, donde juró hacerse más fuerte y ganar más poder para proteger a los débiles.

-¡¿De qué me sirve entonces este estúpido poder especial si no pude proteger a ninguno de estos niños?! ¡A ninguno de ellos! -se lamentó el pelirrojo con una enorme rabia hacia sí mismo.

Tantos entrenamiento, tantas gotas de sudor derramadas... al final no fue capaz de proteger a nadie, a ninguno de los pequeños niños del coro.

-¡No fue tu culpa Sirzechs! ¡Ni tú ni yo sabíamos que esto iba a suceder! -Roygun trató de disuadir la culpa que se había formado en el Gremory.

Sueño eterno ☑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora