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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente.

La mañana siguiente había llegado, y Mikasa debía ir a trabajar. A las 7:00 A.m la alarma sonó y la pelinegra de levantó enseguida después de escuchar aquel irritante ruido mientras que la rubia se retorcía en su lugar debido al incesante e irritante ruido que producía la molesta alarma.

Algo que había cambiado hace unos días, incluso antes de haberse besado por primera vez era que Annie había empezado a dormir en el cuarto de Mikasa.

Ahora, la rubia se arrepentía de su decisión ya que tenía que escuchar todos los días demasiado temprano el horrible ruido de la alarma.

La rubia dejó de maldecir en su interior cuando Mikasa apagó el aparato, se dió vuelta hacia el lado contrario y volvió a caer en su sueño.

Mientras, Mikasa quién se estaba poniendo el traje sonreía mientras la miraba. Se veía muy bonita despeinada y enredada entre sus sábanas, era una bonita primera vista luego de despertar.

Cuando terminó de cambiarse pasó por el baño de su habitación, donde se lavó la cara, los dientes y arregló su cabello. Para luego bajar y desayunar algo, también dejó algo para que la rubia comiera una vez se levante, aunque, sabía que no pasaría hasta dentro de unas cuentas horas. Si algo había aprendido de Annie, era que le gustaba mucho dormir.

Luego de terminar de tomar su café con tostadas subió a su camioneta en dirección a su empresa.

Minutos más tarde Mikasa entró al estacionamiento privado para trabajadores que se encontraba en el subsuelo del edificio. El edificio contaba con 17 pisos, en lo alto contenía el nombre de la empresa en luces grandes color azul fosforescente.

Entró al ascensor y apretó el botón que llevaba a la última planta, se acomodó el saco que llevaba sobre la camisa del traje mientras se miraba al espejo y esperaba a llegar al último piso.

Al llegar, salió del ascensor y empezó a caminar en dirección a su oficina, mientras saludaba a los trabajadores que encontraba en su camino.

—Buenos días, jefa— una joven de cabellos color pardo la saludó cuando la vió llegar.

—Buenos días, Petra. ¿Qué tengo para hoy?— preguntó sacándose los lentes de sol y poniéndolos en el bolsillo de su saco.

—Tiene que firmar papeles, hablar con la señora Hange para programar el nuevo comercial para los nuevos productos y conseguir un acuerdo con el señor Berthold para hacer una colaboración— le leyó la agenda de ese día.

—Está bien, gracias. Si alguien me busca voy a estar firmando los papeles— abrió la puerta de su oficina y se sacó el saco para dejarlo colgado en el perchero al lado de la puerta.

Cuando se sentó en su escritorio vió la pila de papeleo que tenía para firmar y largó un suspiro para empezar a firmar.

Cuando se sentó en su escritorio vió la pila de papeleo que tenía para firmar y largó un suspiro para empezar a firmar

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