22. Desconfianza

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"Check the pulse and come back swearing it's the same"


Remus Lupin

8 de noviembre, 1980

Meredith leía a mi lado, iluminada por la lámpara de su buró, las cortinas ya estaban cerradas y no tardaría mucho en que me pegara el sueño. En aquellos días no había dejado de pensar en una cosa: no me estaban diciendo algo.

No me refería a algo personal, sino a todos. Últimamente había notado cómo algunos miembros de la orden dejaban de hablar cuando me acercaba, o cambiaban de tema al verme entrar a la habitación, incluso Sirius y Peter cuchicheaban a mis espaldas.

—¿Mer? —pregunté por fin, ella cerró su libro y me miró, expectante— ¿Tú crees que...? —no sabía cómo externar mis preocupaciones, o si eran validas siquiera, tal vez me lo estaba imaginando todo.

—Ajá... —dijo ella, animándome a continuar. Le pasé un brazo alrededor de los hombros y se acomodó en mi pecho, dándome seguridad.

—¿Has notado que los demás se comportan un poco extraño?

—¿Extraño?

—Conmigo —aclaré, no pude ver su rostro, pero cuando no respondió de inmediato supe que estaba buscando las palabras correctas. Sentí cómo respiraba hondo.

—Lo están —confirmó por fin. Meredith se separó de mí para poder mirarme a los ojos y supe que estaba por decirme algo importante—. Sirius me lo dijo hace unos meses.

—¿Qué te dijo? —pregunté, no parecía querer responder, pero sabía que ella no me mentiría si se lo pedía directamente.

—Me preguntó si confiaba en ti, antes de la boda —cuando dijo eso, sentí una punzada en el corazón. Sirius, mi mejor amigo, una de las únicas personas que conocían mi secreto y me habían apoyado, que estaba conmigo cada noche de luna llena, no confiaba en mí. Y seguramente no era solo él, sino también todos los demás—. Casi lo mando al demonio.

Reí un poco, eso sonaba como a ella, nunca se quedaba sin decir lo que pensaba. Me pareció lindo que su reacción ante la pregunta de Sirius fuese mandarlo al demonio, aunque eso no quitaba que mi propio amigo no confiara completamente en mí.

—Solo fue un momento de estupidez —pasó su mano por mi cabello, sabía que eso siempre me hacía sentir mejor, pero no estaba seguro de que fuese a funcionar en ese momento—. No lo pensaba de verdad, está estresado.

—¿En serio lo crees? —pregunté. No quise preguntarle por qué lo defendía, yo habría hecho lo mismo.

—Él sabe que eres honesto —respondió, dándome un ligero beso en los labios—, y yo también, te confiaría mi vida, te lo juro.

—Lo sé —respondí, devolviéndole el beso. Esa conversación no había disipado todas mis dudas, estaba dispuesto a escuchar con más cuidado, prestar más atención, intentar averiguar qué tan cierto era que había un espía entre nosotros, y qué tanto sospechaban que era yo.

*****

24 de diciembre, 1980

Era la primera Navidad sin Lily y James. Sirius estaba molesto porque no podría ver a su ahijado, pero al menos pudo enviarle un regalo. Ese sentido de soledad lo había llevado a organizar una más o menos pequeña reunión navideña con algunos miembros de la orden. No podía decir que fuéramos todos como una familia, pero después de las misiones, interrogatorios y peligro en general, habíamos aprendido a preocuparnos los unos por los otros.

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