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—¿Y cuándo será el momento indicado? O, mejor dicho: ¿por qué has venido?
Hinata se detiene al instante de tomar la perilla de la puerta, congelándose ante la pregunta.
¿Por qué? ¿Por qué había ido? Las preguntas rondan por su cabeza, pero no encuentra respuesta. Cuando supo que habían llevado a Atsumu a la enfermería porque se desmayó en su entrenamiento, sus pasos lo guiaron hasta llegar a él, preocupado por su mejor amigo.
Atsumu se impacienta ante su silencio y suelta lágrimas de impotencia, porque se supone que el Hinata que conoce nunca lo lastimaría de aquella forma. Y el hecho que no le dé una respuesta solo le hace sentir como si no le importara su dolor.
—Entiendo... —Atsumu desvía su mirada del menor hacia la ventana, donde ya se podía apreciar el ocaso. —Vete, ya no quiero saber nada de ti.
Y es ahí cuando Hinata gira para verlo, aún con sus lágrimas escurriendo por sus mejillas y sintiendo como si algo en su corazón se hubiera roto. Atsumu ya no le mira, se mantiene viendo hacía la ventana y llorando.
A Hinata se le deforma el rostro en un gesto de llanto y no puede evitar sollozar con fuerza. ¿Acaso eso fue lo que sintió Atsumu cuando lo rechazó?
—A-Atsumu —lo llama con su voz quebrada, pero aun así Atsumu no lo voltea a ver.
—Adiós, Hinata —dice firme, solo para darle una última mirada.
Los labios del mayor tiemblan; quiere protestar, pero no puede articular alguna palabra. Atsumu se cansa de verlo y vuelve a mirar hacia la ventana.
—T-tengo miedo, Atsumu —sus palabras son bajas, pero aun así el menor lo logra escuchar. —Y perdón si no son las palabras que-...
—¿De qué tienes miedo, Hinata? —Atsumu voltea a verlo, sin llorar, pero con la mirada vacía. —¿Tienes miedo de perderme? O ¿Tienes miedo a amarme?
Pero antes de que Hinata pudiera contestar, alguien entra; es el enfermero.
