[Capítulo 15 -Competencia de Bastardos -FINAL]

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Había seguido las indicaciones como el desconocido me había dicho y rápidamente había encontrado la escotilla que me llevaba directamente al exterior.

Estaba a mitad de la calle, viendo como autos pasaban junto a mí, algunos conductores me gritaban y tocaban sus bocinas con fuerza al verme ahí parado, tratando de asimilar todo lo que mis ojos veían por primera vez desde hacía tanto tiempo. Me ardían los ojos y los sonidos me abrumaban, pero estaba feliz de poder experimentar todo eso, a pesar del dolor de cabeza y la ansiedad que comenzaba a gestarse dentro de mí.

Edificios luminosos, vehículos tan modernos que no daba crédito y, lo que más me sorprendía, era ver a los míos llenando las calles con tanta tranquilidad. No nos ocultábamos como antes, el exterior no era una amenaza y muchos disfrutaban con soltura de que libertad y derecho a caminar.

Me adentré en el gentío, caminando entre ellos y mirándolos con curiosidad, tratando de entender lo máximo posible de este nuevo entorno. Pero mi felicidad comenzó a disminuir gradualmente mientras más rostros iba observando.

Se parecían a nosotros, pero ellos no eran vampiros. O al menos no como yo los recordaba. No necesitaba verlos para saberlo, pero ellos estaban enfermos. Podía oler algo que se gestaba dentro de ellos, algo que los debilitaba y que los estaba matando lentamente.

La enfermedad...

Recordé de nuevo que esa había sido una de las razones por la que habíamos salido de nuestros escondites. Dejamos el confinamiento de nuestros refugios y acudimos a los humanos para encontrar una cura y salvar a los nuestros, pero no tenía recuerdos de que se hubiera encontrado, o al menos que hubiera habido un avance significativo. Y viendo como estaban las cosas, era evidente que no había todavía una cura.

― Humanos... —dije para mí mismo, viendo a los "vampiros" que me rodeaban y entendí todo. Giré y giré, mirándolos fijamente. ¿Cómo no me había dado cuenta desde el principio?

Sentía la ira comenzando a invadirme, al igual que la vergüenza y la tristeza. Habíamos confiado en ellos, habíamos intentado crear una relación pacífica y de progreso para nuestras razas, pero era claro que las buenas intenciones no habían sido suficiente para convencerlos de ayudarnos.

No los culpaba, si a mí también me hubieran mostrado que podría ser inmortal, ¿no tomaría la oportunidad para convertirme y evitar la muerte? Claro que lo habría hecho. Habían robado y ahora pagaban las consecuencias de su codicia.

Pero yo no era un humano, era un vampiro y conocía mi posición.

― Nos equivocamos, madre. Ellos no querían ayudarnos. —negué suavemente con amargura y continué caminando, sintiendo los ojos curiosos sobre mí. —¿Ven algo que les interesé? —dije, molesto y mirándolos feo.

Mi reflejo en uno de los vidrios de un edificio me saludó y rodé los ojos ante mi escasa vestimenta. Cierto, había salido directamente desde un laboratorio subterráneo y había asesinado a esos trogloditas que se habían colado a la cripta familiar y ahora no solo vestía una prenda sucia de tierra y sangre, sino que despedía un aroma fétido por haber estado caminando dentro de las cloacas.

Inhalé profundamente y arrugué la nariz, negando con fuerza y tratando de alejarme de mi mismo, pero era imposible porque mi cabeza no se desprendía de mi cuello y mi nariz seguía inhalando todo lo que podía, aunque me rehusaba a hacerlo.

― Creo que alguien se ha muerto sobre mí. —comencé a desvestirme, pero antes de poder continuar, sentí un fuerte tirón en lo profundo de mi cerebro. Mi sangre había comenzado a fluir con rapidez y sentía mis sentidos agudizarse. —Peligro... —fue todo lo que pude decir, mientras comenzaba a correr nuevamente, empujando a los transeúntes que se me atravesaban. Alguien me estaba llamando, uno de los míos seguía con vida y me estaba llamando.

Cuerpo Frío, Corazón CalienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora