Capitulo 8 - Privacidad

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[Jason]

Estaba oscuro. No podía ver nada más que la nada. No estaba seguro de poder moverme, al menos no sin tropezar con algo y romperme la cara.

¿Dónde estaba?, esa pregunta resonaba en mi cabeza mientras seguía corriendo el tiempo aquí. En realidad ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba ahí, o si el tiempo pasaba o no.

A pesar de todo, de la inquietud que me embargaba, no podía evitar cierta comodidad al estar aquí. ¿Acaso yo había estado aquí antes? ¿Cuándo? ¿Y por qué?

Así que, finalmente has venido. —me giré, pero no podía ver nadie. La voz seguía resonando, con un pequeño eco que permanecía en mis tímpanos, provocando que me dieran escalofríos por toda la espalda.

— ¿Hola? —pregunté, aunque mi voz sonaba diferente. Tal vez por el gran y absoluto nada. Era más como un susurro.

No hubo respuesta. Ni siquiera eco.

Sí, era un lugar completamente extraño. Y necesitaba salir de aquí, si es que se podía hacerlo semejante. Digo, todos los lugares tienen una salida, ¿no? Este no podía ser la excepción.

Pero, ¿dónde? Fuera lo que fuera, no podía simplemente quedarme en un mismo lugar, esperando que la salida apareciera por sí misma. Tenía que moverme, hacer algo, porque nadie más lo haría por mí.

Di el primer paso, dándome cuenta que a pesar de que no lo parecía, había una superficie solida bajo mis pies. Claro que seguía sin confiar en su totalidad de que no hubiera alguna especie de trampa, pero me daba un poco de seguridad el saber que al menos podía moverme a libertad.

Comencé a caminar, primero lento, asegurándome de que mis pasos eran firmes y que el suelo no desaparecía con cada paso. No quería terminar en el vacío solo porque no podía ser paciente. Si iba a hacer esto, tenía que hacerlo con precaución y siendo inteligente, no temerario e imprudente.

Después de varios minutos de caminar, sin saber si lo hacía en círculos o si realmente estaba avanzando, me di cuenta que esto no estaba funcionando. Era algo inútil. Debía conservar energías, por cualquier cosa. No sabía si estaba seguro en este lugar.

Claro que lo estás. —esta vez la voz sonó tan cerca que sentí el aliento cálido acariciarme el rostro suavemente. Pero no había nadie delante de mí, o a mí alrededor. Estaba solo.

¿Qué estaba pasando? ¿Estaba perdiendo la cabeza? eso pensaba, porque ciertamente no había voces que provenían de la nada.

Tal vez si estás perdiendo la cabeza. ¡Que loco, hombre!

Di un salto, cayendo sobre mi trasero al chocar contra algo duro.

Me sobé la nariz, la única parte del cuerpo que me había golpeado más duro. Levanté la mirada, tratando de ver con qué había chocado, pero mis ojos fueron atraídos por otra cosa.

Había un sujeto igual a mí del otro lado de la pared de cristal, con la que había chocado, que mi miraba sentado con las piernas cruzadas y con ambas manos sobre sus rodillas en un estilo mariposa.

Tardé unos segundos en recomponerme, y cuando alargué la mano hacia la pared de cristal, noté que no se trataba, solamente, de una pared. No, era una caja. El cristal se veía delgado, demasiado frágil, pero al tacto podía sentir que necesitaría algo más que mis manos para rasgarlo siquiera. Era como una caja de seguridad, pero el material era completamente diferente. Solo cristal.

Cuerpo Frío, Corazón CalienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora