Capítulo 4 - La colonia bajo la montaña

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[Capitulo 4 – La Colonia bajo la montaña]


                     "Los únicos ganadores son... aquellos que lo apuestan todo."



[Ciudad Zweilicht – Sala del Consejo de Ancianos]

Los dos hombres se mantenían en sus asientos, aun con expresiones neutrales. No fue el mayor, sino el más joven quien se atrevió a decir palabra alguna entre tanto silencio, aunque era diferente a lo que pasaba en el recinto bajo de ellos. Todos abucheaban al joven vampiro, se había vuelto un completo caos en la Sala del Consejo y por sus expresiones, si el hombre no salía del estrado rápidamente alguien saltaría sobre él, y no para abrazarlo precisamente.

- ¿Liberar a los weres? Realmente esta zafado este sujeto. ¿no lo cree, doctor Bateman? – dijo, mirando por el rabillo de ojo a su acompañante, quien se había mantenido callado y solo observando el desarrollo del drama, con una mano sobre la barbilla y una media sonrisa, una mirada filosa detrás de aquellas gafas delgadas. El cabello perfectamente peinado hacia un lado, dejando ver la división que el peine había creado entre sus cabellos grisáceos.

Finalmente abandono su postura y se reacomodo, cruzando las piernas y ladeando el rostro, ahora recargando su mejilla contra su palma.

- Ummm, en realidad, no es un mal movimiento, joven Longworth.

- ¿Qué? Pero si acaba de perder toda credibilidad sobre el Consejo. Ahora tendrá suerte sino deciden tomar represarías contra todos los familiares. Además, sin nuestros enemigos. Esos salvajes – incapaz de ocultar su desagrado por los weres, arrugo a nariz y desvió la mirada, esperando la respuesta de Bateman.

- ¿Lo crees?

- Por supuesto.

- En ese caso, aun tienes mucho que aprender, Angel. – ante la mirada de confusión de su estudiante, continuo –Tienes razón sobre lo que has dicho, son unos salvajes. Pero Longworth no es ningún estúpido. Imagínate que los weres fueran liberados, ¿A dónde crees que irían?

- A los bosques, supongo.

- Supones bien, pero, ¿Qué tal si alguien les ofrece asilo, una propiedad, su libertad? Pueden decir que suena a blasfemia, pero detrás de todas esas bonitas palabras hay segundas intenciones.

- ¿Cómo cuáles?

- ¿Aún no lo descifras? Realmente verde, Angel. – suspiró – Al liberar a los weres, el único loco que los recibiría en su casa seria el mismo loco que ayudo a liberarlos. – viendo que no podía hacerle entender a su estudiante, se dio por vencido. Girándose hacia donde Longworth salía de la Sala, abucheado y aun así con una sonrisa en el rostro, seguido por su sequito.

- Armar tu propio ejército, con weres que estén dispuestos a morir con tal de acabarnos. "El enemigo de mi enemigo es mi amigo". Uh, interesante. - hablo para sí mismo, en voz alta.

- ¿Traicionar a su especie, eso está diciendo? – Bateman apretó los labios, dubitativo. Se levantó de su asiento y abandono el pequeño balcón en el que se encontraban, su estudiante siguiéndole, solo que sin la sutil elegancia del vampiro adulto.

Atravesando con facilidad el pasillo hasta el ascensor que los llevaría a la planta baja. Mientras los números pasaban, Bateman continuaba mirando fijamente su reflejo en las puertas, notando que su estudiante le miraba por encima del hombro.

- Aún es pronto para llegar a esa conclusión. Aunque no sería malo tenerla en cuenta. La realeza vampírica siempre es tan caprichosa, gozando de sus privilegios. – volvió a hablar para sí mismo.

Cuerpo Frío, Corazón CalienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora