Capitulo 9 - Competencia de Bastardos [Parte 1]

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Luz.

Había demasiada.

¿De dónde provenía? De todas partes.

¿Dónde me encontraba? La respuesta fue fácil al darme cuenta que estaba en el centro de la habitación. Sin embargo mis pies no alcanzaban a tocar el suelo, estaba sujeto a algo que me mantenía suspendido en el aire.

Cuando intenté mover mis manos, sentí la restricción de fuertes cadenas a mí alrededor, casi como si me hubieran envuelto con ellas. Bajé la mirada, aunque poco podía observar con el collar que estaba sujeto a la parte de atrás de las mismas cadenas, manteniéndome en una posición recta, grandes candados aparecían de aquí y allá, como pequeños moños entre las cadenas, dándole más fuerza al agarre.

Mis manos estaban cubiertas por dos enormes cilindros que llegaban hasta la mitad de mis antebrazos. Había algo extraño en su interior, como una masa que me impedía mover mis dedos dentro de ella. Moví mis manos, pero me di cuenta que también estaban encadenadas por tres grandes eslabones.

¿Cadenas? ¿En serio? Después de todos los artilugios que habían utilizado para mantenerme controlado, ¿ahora volvían a las cosas primitivas como grilletes y cadenas de acero?

Suspiré, dejando salir el aire de mis pulmones, pero rápidamente lo hice me di cuenta que el aire no salía de la misma forma. Sentía la calidez de mi propio aliento haciéndome cosquillas en los labios. Algo cubría la mitad de mi rostro y por la forma en que no podía abrir la boca, se podía decir que estaba asegurada, de alguna manera, a mi dentadura.

— Ni te esfuerces. —levanté la mirada hacia aquel que se encontraba delante de mí, Thomas Dale. Para variar llevaba el cabello corto, rapado por la mitad, mientras del otro lado caía una pequeña cortina. Le hacía lucir más joven, pero obviamente fuera de lugar. No tenía idea de donde sacaba sus outfits, pero necesitaba reconsiderar la permanencia de su consejero en moda. Como siempre, lucía un bello y elegante traje, azul marino, y zapatos de vestir. Esbozó una media sonrisa y se acercó, no demasiado. —Oh, Jason. Eso fue... —se encorvó, hundiendo los hombros, suspirando. — ¡Maravilloso!—aplaudió, sin dejar de sonreír y negar con la cabeza. — ¡Lo sabía! Tú —me señaló—perteneces aquí.

Su emoción, en lugar de ser contagiosa, resultaba chocante. De no haber sido por lo que tenía cubriéndome la boca se habría dado cuenta que no compartíamos el mismo sentimiento de euforia.

— Gané. —dije, y mi voz sonó incluso más extraña. Ronca. Traté de ignorar ese hecho y continué. —Ahora...

— ¿Ganar? —sus cejas se elevaron y luego volvieron a juntarse, frunciendo el ceño. —Oh, eso. No, querido. Aún no has ganado.

— ¿Q-Qué? Pero yo... eso...

— Eso fue solo tu iniciación.

— ¿Iniciación? ¿A qué te...?

— La verdadera diversión comienza ahora. —dijo, dándose la vuelta mientras se alejaba de mí y salía de la habitación, la cual comenzó a llenarse de un extraño gas blanco, tan denso que podía verlo.

Me sacudí, tratando de liberarme, pero muy poco podía hacer en esa posición y con todas esas cadenas envolviéndome. Me retorcía en el aire, gritando y maldiciendo el nombre de Thomas Dale, pero lo único que recibía era el eco de mis gritos y el gas acumulándose dentro de la habitación.

Antes de poder replicar algo más, comencé a sentir mis parpados pesados y la habitación comenzó a desvanecerse lentamente hasta que mis ojos se fueron cerrando.

Parpadeé varias veces, tratando de resistirme, pero era inútil. Había un ligero calor en la parte trasera de mi nuca que se iba extendiendo, deslizándose hasta que no podía sentir la lengua. De no haber sido por las restricciones estaba seguro que me habría caído al suelo.

Cuerpo Frío, Corazón CalienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora