Hija de Ares, salvadora del Olimpo

El Contrataque

Cuando el cíclope hubo cerrado la entrada de la caverna tras de sí, el sátiro comenzó a llorar y quejarse de su suerte, traté de hacerlo entrar en razón, pero no duró mucho, después de unos minutos gimoteaba nuevamente, como pude, me puse de pie y busqué algo para poder liberarme, deambulé por la enorme caverna, llena de cosas extrañas, pero sin poder encontrar algo con filo para poder liberarme.

Cuando Grover se recuperó un poco de su llanto se unió a mi búsqueda para liberarme, luego de eso habría de preparar un plan para vencer al ciclope y escapar de su isla; no sabría decir cuánto tiempo pasó desde que el monstruo nos dejó encerrados, pero pareció ser mucho tiempo; finalmente encontramos unas tijeras viejas con poco o nada de filo, le pedí al sátiro que se apresurase para romper las cuerdas, pero no parecía funcionar, las cuerdas debían estar hechas de algún material súper resistente, porque por mucho tiempo Grover trató en vano de romper las cuerdas y en lugar de liberarme, parecía que las tijeras perdían más su filo.

-Es inútil-, le espeté-, -¡Estas cuerdas parecen de hierro!-

 -¡Sólo unos minutos más!- gimoteaba el sátiro

-¡Maldición, Grover!- le grité exasperada, -¡Llevas horas intentándolo!-

Entonces giré en torno a la puerta, en busca de más opciones, de ideas, de algo que nos ayudara y parado justo ahí estaba el hijo de Poseidón

-¿Percy?- dije con bastante asombro, -¡Se suponía que habías saltado por los aires!

Después de liberarme y ponerme al corriente corrimos a la entrada de la caverna, el grito de la hija de Atenea sonó a que estaba perdiendo la batalla, el ciclope la había descubierto indudablemente a pesar de ella ser invisible, y exactamente, vimos como el ciclope sostenía un puñado de aire y al sacudir su mano, la gorra de invisibilidad cayó al suelo revelando a la chica.

Decidimos usar la forma de ataque macedonio para liberar a Anabeth, empezó una lucha encarnizada, el monstruo peleaba por matarnos de un solo golpe, nosotros luchábamos por nuestra vida, pero Polifemo era demasiado poderoso y fuerte, nuestros golpes no lograban hacerle mucho daño, solo logramos volverlo mas lento debido a las heridas.

Jackson me gritó que nos retirásemos y bajamos la colina con el monstruo a nuestras espaldas, corrimos por el puente mientras Grover cortaba las cuerdas que lo sostenían, lamentablemente, el monstruo logró cruzar antes que Jackson cortase las últimas cuerdas y el puente cayese al vacío.

Traté de luchar con el ciclope, pero fui lanzada por uno de sus manotazos, de alguna manera, Jackson logró entablar batalla y nivelar las probabilidades, pero entonces cometió un grave error, Polifemo lo engañó rogándole piedad por su vida, le grité a Jackson que lo mandase al Tártaro, por un momento pensé que lo haría, pero entonces Percy bajó su espada, supe que estábamos muertos.

El ciclope lanzó a Jackson al borde del abismo, y cuando estuvo a tragarlo vivo, de la nada una gran roca lo golpeó en la garganta, del lado de adentro, literalmente se tragó un gran roca, el monstruo trató de recuperarse, pero cayó al vacío, giré mi vista y vi al otro ciclope, el hermano de Jackson que había salido de quien sabe donde, pero nos había salvado.

Era hora de salvarle la vida a la hija de Atenea, el otro ciclope nos lanzó el vellocino de oro y lo colocamos sobre Anabeth, quien lucía más pálida de lo normal y le sangraba la frente, inmediatamente recuperó su color.

Mientras el hermano de Jackson maniobraba con las ovejas de Polifemo, teníamos otros problemas, el barco que habían conseguido, El Vengador de la Reina Ana estaba muy lejos y con el puente destruido nos quedaba una ruta larga por recorrer, tuve que cargar con Annabeth puesto que aun no estaba totalmente curada, tenia un par de costillas rotas, cargar con su peso no representó un gran reto, no pesaba casi nada.

Ya en la playa vi como Jackson atraía al barco para que pudiéramos escapar, pero no era tan fácil como parecía, porque el otro ciclope, su hermano, se dirigía a nosotros con el rebaño de Polifemo tras él con hambre de nosotros y para añadirle un nivel absurdo de dificultad vimos como Polifemo, quien no había muerto, se dirigía nuevamente a nosotros con su ropa destruida y con una gran roca en sus manos.