Huida

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—¿Qué clase de locura es esa?—.— Espetó el entrenador y continúo: —Esta niña es hija de Ares, el señor de la guerra y él es después de los tres grandes, de los dioses más fuertes del Olimpo, y hoy pude sentir eso, no faltará mucho para que todos los monstruos le den cacería e intenten hacerla su cena, ¡ esta niña debe ir al campamento !

—He dicho que no, Clarisse se quedará conmigo, ella me recuerda a su padre, es mi única hija y no podría vivir con la idea que esté lejos.—respondió mi madre al tiempo que se ponía de pie, me extendía la mano en señal que nos retirábamos.

Salimos del despacho mientras el entrenador decía:

—¡Se arrepentirá de esta decisión o morirá, lo que pase primero!

Llegamos a casa y mi madre se encargó de darme una ducha para quitar la sangre seca y el sudor, mientras me secaba el rostro con una toalla, pude ver sus ojos color marrón, no entendía muy bien todo lo que habían hablado, y la verdad sentía miedo con eso de monstruos que querían hacerme su almuerzo.

Lastimosamente todo empezó a ir mal desde ese día, todas las noches tenía pesadillas de sombras que querían matarme, aparecían por mi ventana y se enroscaban sobre mi cama como si fueran serpientes, me susurraban cosas en los oídos, mientras tapaban mi boca y no me permitían gritar, por las mañanas al amanecer podía ver las cicatrices en mis manos donde las sombras se habían aferrado a mi cuerpo, pero curiosamente cuando la luz del sol las tocaba estas desaparecían, por tanto no podía contarle a mi madre, a veces también aparecían marcas de garras en la puerta de la casa, incluso  vi unas mujeres con alas en los alrededores como si fueran aves carroñeras esperando su presa, pero nunca se acercaron.

Mamá solo me abrazaba y me decía que estaría bien, que no les prestara atención.

Pero lo peor aconteció cuando un día caminábamos con mi madre de regreso de la escuela, había una mujer afuera de nuestra casa esperándonos en la verja, saludó a mi madre y dijo que nos había estado esperando, por fortuna no entramos a la casa, sino que mi madre decidió que nos quedáramos en el jardín frontal de la casa, desde que yo la vi pude notar algo diferente en ella, al principio pensé estaba cansada, porque parecía que la mujer, toda su imagen parpadeaba, no podía decir porque lo hacía, pero después de unos instantes, mientras hablaba con mi madre de cosas de la escuela, pues había dicho que venía por cuestiones educativas, su imagen dejó de parpadear y vi claramente su verdadera forma, era una mujer de la cintura hacia arriba, pero en lugar de piernas tenía dos colas de serpiente, y sus ojos, sus ojos destellaban odio, una lengua de serpiente salió de su boca y pareció saborearse cuando me miró, el miedo se apoderó de mi y grité:

— ¡ Monstruo !, ¡ Monstruo ! 

Mi madre la vio horrorizada, sabía que yo no mentiría, o probablemente había visto como la miraba, la mujer con piernas de serpiente gruñó y del portafolio que cargaba sacó una espada y nos amenazó a ambas, recuerdo a mi madre que gritó para que huyese, al principio no me moví, pero nuevamente mi madre gritó:

—  ¡ vete !, ¡ ella te quiere a ti !

Corrí por el jardín y salí sin ver atrás, solo escuché un gritó y vi un resplandor, pero seguí corriendo por la calle, esa fue la última vez que la vi en mucho tiempo.

Hija de Ares, salvadora del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora