OMEGACEMBER (WinterBaron)

6. OFRENDA

El aroma era encantador, al momento en que ponías un pie dentro de esa florería el aroma de todas las hermosas flores impacta contra tu nariz de forma exquisita. Había las más olorosas rosas, girasoles, margaritas, jazmín, orquídeas, tulipanes, lirios, lavanda, peonías y las distintas hojas que eran utilizadas como relleno, pino, hojas de palma, solidago y una extensa variedad de hermoso follaje de relleno. Los aromas eran frescos y dulces, haciendo delicias aromáticas en el aire, opacando por breves minutos el aroma de la dueña de la tienda.

Al interior de la hermosa florería se adentraba un joven de unos veintiocho años de edad, quién lucía, a decir verdad, de muy buen estatus social. Caminaba erguido y con tintes elegantes, su pequeña estatura de al menos 1.65cm de altura, encajaba a la perfección con su erguida figura y rostro imperturbable. Tenía la cabellera castaña clara muy bien arreglada. Vestía unos simples pantalones de mezclilla algo cortos de la parte inferior, una playera blanca básica, encima, una ligera y, nada calurosa, gabardina en tono beige. Para complementar y terminar su atuendo, utilizaba unos tenis Nike blancos.

El olor de las flores se vio ligeramente opacado por el fresco y, a la vez, dulce aroma de este pequeño chico omega dominante. Al ver a la pelirroja en el mostrador, pidió sin chistar su pedido, mientras le regalaba una grande y encantadora sonrisa, llegando a ruborizar un poco a la estoica mujer de cabellos rojos. Su pedido era conformado en su parte por margaritas blancas, con una que otra peonía blanca regada. La alfa tomó todas estas flores en un gordo ramo que después ató con un listón grueso en tono blanco perlado; teniendo su pedido preparado, el joven omega pago con una sonrisa y salió de la florería con una brillante sonrisa en su rostro.

En otro lado, más precisamente en casa de un alfa moreno de nombre Sam Wilson y de su omega Joaquín Torres, James Barnes, un alfa dominante de treintados años de edad, se encontraba sentado en la sala, hablando de temas sin sentido con sus dos amigos mientras estaban en espera de sus demás amigos.

Mientras estaban inmersos en su conversación, al teléfono de Joaquín llegó un mensaje de su amiga beta Sharon.

—Sam, tenemos que irnos. Sharon necesita que vayamos por ella, su carro se descompuso—habló, levantándose del sofá.

—Bien. Buck, quédate aquí para cuando Zemo llegué ¿Está bien?

—Si, que les vaya bien. Traigan cerveza en el camino.

—Claro, alcohólico—habló Sam con burla antes de cerrar la puerta de la entrada.

James se quedó solo en la pequeña y hogareña casa de sus amigos, así que, viendo la comodidad y calidad del lugar, se dispuso a pasear por ella; salió principalmente al patio trasero, donde Sam tenía su pequeña colección de bonsáis y donde Joaquín tenía sembrado lechugas, tomates y pequeños chiles picantes. En el patio, había una pequeña mesa de patio, así que James se dispuso a sentarse en una de las sillas de herrería en tono blanco, mientras el sol le pegaba ligeramente en su rostro. Bucky, sintió verdaderamente agradable el sol en su rostro, era como una caricia sutil y cálida.

Pero mientras sus ojos se mantenían cerrados disfrutando de la brisa fresca y el cálido sol, la misma brisa le trajo un aroma que reconocía muy bien. Era la dulce y fresca fragancia de Zemo, uno de sus amigos.

Aún recordaba cuando Sharon los presentó, ese pequeño omega dominante era un buen amigo de la infancia de Carter. Al momento en que lo observó, en que lo olió; en que vio sus elegante movimientos, cualquier gesto, cualquier aspecto de Zemo le parecía encantador y hechizante; el momento en que observó por primera vez su risa contagiosa; el momento en que escuchó su refinada manera de hablar. James estaba fascinado por su amigo.

Cuánto deseaba no ser tan cobarde, no ser tan estúpidamente cobarde para cortejarlo, para darle una ofrenda.

—Me disculpo si interrumpo tu meditación, James.

Bucky abrió los ojos con velocidad.

Ahí lo vio, tan brillante, tan elegante, tan resplandeciente, tan perfecto.

—No importa. ¿Cómo estás?

—Me encuentro muy bien, gracias por preguntar, ¿Cómo estás tú?

—...Me encuentro bien—le regaló una honesta sonrisa.

—¿Dónde están los demás?—cuestionó, fingiendo demencia.

—Fueron por Sharon, su auto se averió.

—Oh, que pena.

Era totalmente falso, fue, básicamente, un plan con maña. Habían acordado esa treta para que James y Helmut tuvieran un momento a solas; todo planeado por la mente y mano de Helmut Zemo.

Si James aún no tenía el valor de ofrecerle una ofrenda y de cortejarlo, Helmut lo haría sin pena alguna; Zemo estaba muy interesado en su amigo de mirada azul y de hermosas facciones.

—Tengo algo para ti, James.

—¿Qué?—cuestionó con curiosidad.

—Iré directo al grano-saco de tras de sí, el hermoso ramo frondoso compuesto de margaritas y peonías.

—Me gustas mucho James Barnes, usualmente no me suelo interesar mucho en las personas, pero tú me has cautivado de una manera en la que jamás me imaginé lo harías con tus simples sonrisas, bromas, miradas calidas y con tu grata compañía en mis peores y mejores momentos.

James estaba atónito ante la situación.

—Es por eso, James, que hoy te ofrezco este ramo como una ofrenda a modo que me permitas salir contigo, o al menos, tener una cita.

Estiró el ramo en dirección del ojiazul.

James lo tomó en sus manos sin pero alguno. Estaba sorprendido, verdaderamente sorprendido. El alfa era el que solía ofrecer ofrendas, no el omega, pero Helmut...Ah Helmut, era totalmente persistente en sus ideas, era tan perfectamente elocuente.

—Perdón por no haber sido yo el que dió el primer paso.

—Está bien, no hay porque pedir perdón...Pero honestamente, Jamie...Te estabas tardando mucho.

Barnes le regaló una sonrisa, realmente avergonzado.

Zemo, siendo una vez más el que daba el primer paso, se acercó a la imponente figura de 1.88cm de Barnes y tomo sus mejillas para ponerse de puntitas y depositarle un beso, dónde, con dulzura, sus feromonas se mezclaron en un picoso y delicioso aroma.

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En el capítulo de hoy, este Bucky con este Zemo