OMEGACEMBER (WinterBaron)

13. GARGANTILLA

El patio trasero del castillo Sokoviano, conformado de hectáreas y hectáreas de terreno, era un completo obsequio a la vista más cansada y estresada. Sokovia solía ser fría y gris, pero en verano, ¡ah! en verano era un lugar divino. El césped se encontraba verde y brillante, había una cantidad exuberante de árboles y pinos, el aire estaba envuelto en un rico aroma a frescas naranjas por los naranjos, combinado con el dulzón aroma de las rosas rojas. El sol se encontraba en su punto más alto, proporcionando una perfecta luz que hacía resaltar todo aún más en aquel bellísimo patio, dónde, con encanto y paz, un joven alfa de veintisiete años ponía una manta blanca en el suelo.

El aroma del lugar se vio ligeramente perturbado y opacado por la fragancia natural del omega que acompañaba a aquel alfa. Este, se sentó sobre la manta blanca que habia puesto el alfa de cabellos negros, y se encargó de comenzar a sacar las cosas de la canasta de mimbre que estaba cubierta por un mediano paño a cuadros rojos y blancos. De su interior, se encargó de sacar pequeños pastelitos con glaseado suave y blanco, recipientes con cerezas y ciruelas, un par de sandwiches, dos copas y una botella de un añejo vino tinto.

Conversaron de temas banales mientras comían y observaban la bella vista que les daba la madre naturaleza. James Barnes, duque de Rusia, se encontraba recostado sobre el regazo del encantador y refinado príncipe Helmut Zemo de Sokovia; ambos admirando sus verdes alrededores, mientras compartían los pastelillos o compartían una ciruela y una cereza.

—...El sol te sienta encantador, Helmut—halagó el alfa.

Con la vista enfocada en el rostro del chico y parte de su hermoso cuello, James no pudo evitar hacerle tal halago, que más que un halago, era la completa verdad.

—Pues déjeme decirle, que el sol también le sienta muy bien a usted, Duque Barnes—le sonrió.

—Vamos Helmut, deja las formalidades—se enderezó—háblame de tu.

—...No sé si sea lo correcto.

—Te he estado cortejando desde hace meses ya, creo que ya hay confianza entre nosotros, así que deja de decirme "usted"...Dime Bucky.

—Oh no, para mí...Para mi tu nombre está más que bien, James.

—Mi nombre nunca pudo oírse tan bonito.

Helmut río por lo dicho. James tenía una cierta manera de hacerlo ruborizar todo el tiempo y sonreír como tonto.

—Quiero regalarte algo, Helmut.

James sacó del bolso interior de su saco una pequeña caja blanca. La abrió con cuidado y de su interior sacó una hermosa gargantilla de terciopelo negro con detalles en un precioso oro de quién sabe cuántos kilates, había también, en la gargantilla, varias piedras brillantes negras. Al centro del collar una hermosa pieza con el rostro de una mujer, y de este mismo, una perla pura colgaba con elegancia.

—Me tomé el atrevimiento de comprarte está gargantilla. Mi padre me enseñó, que cuando se quiere a un omega demasiado y quieres pedirle que sea tu pareja, tienes que regalarle una hermosa gargantilla...Ví está en una joyería, la vi y no pude verla en otra parte que no fuera tu cuello.

—Oh, James. No debiste—sonreía tiernamente.

—¿Me permites?

Helmut asintió, acercándose un poco más a James, quién con cuidado colocó aquella gargantilla lo más cerca del cuello de Zemo. La abrochó y quedó perfectamente sobre el cuello del omega.

—Hermoso, te queda justo como lo imagine...No, perdón, te ves aún mejor que en mi insignificante imaginación.

—James, qué cosas dices—tocó el collar—muchas gracias James, tengo que admitir que me encanta.

—¿Entonces tu a...—fue interrumpido.

—Pero por supuesto que si James, claro que quiero estar contigo—lo interrumpió para bien.

Barnes sonrió enormemente, como un loco que acaba de ver a su ilusión preferida. Atrapó las manos de Helmut en las suyas y las besó con delicadeza y emoción.

—Me ha hecho muy feliz, príncipe.

—Oh vamos, James...llámame Helm.

Barnes río. Tomó las mejillas del omega y besó cada centímetro de su rostro con encanto y felicidad.

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En el capítulo de hoy, este Bucky con este Zemo