11. CONSTRUCCIÓN DEL NIDO

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Era una fresca y cómoda tarde de primera, donde el verde estaba en su apogeo y las flores salían de sus capullos para estirarse con pavoneo, los pájaros volaban por allá y por acá en el vasto firmamento azul; las mariposas no faltaban en el cultivo de tulipanes, rosas blancas, girasoles y margaritas del omega Helmut. Su casa era una perfecta combinación entre lo lujoso y refinado y lo hogareño y cálido.

James llegaba a casa después de haber comprado un montón de comida gracias a los constantes antojitos que solía tener su esposo, quién a veces lo despertaba a plena madrugada solo porque tenía antojo de pizza o fresas con crema. Además, Barnes entraba con algunos obsequios para su omega, los cuales estaban destinados a ser parte de la construcción del nido, o si así lo prefieren, de la habitación de la pequeña Kathrin, que se encontraba aún desarrollándose en el estómago de cinco meses de su papi Helmut.

—¡Helmut. Estoy en casa, Dulzura!

Avanzó con las bolsas hacía la cocina, dejando las vastas bolsas con comida sobre la isla de mármol negro de la cocina. Tomó las bolsas con los obsequios y subió escaleras arriba, dónde sabía con certeza, se encontraría su omega embarazado.

Abrió la puerta blanca con el nombre de su pequeña en rosa, y dentro de la hermosa habitación con la mueblería más fina y, probablemente, hecha por diseñadores; había una corona que aparentaban ser de plata con pedrería, si no es que realmente lo era, de ella colgaba un pabellón de suave tul blanco. Barnes sonrió al ver la escena que se estaba llevando a cabo dentro de la cuna blanca con sábanas rosadas.

Su omega, Helmut, se encontraba dentro de la cuna acariciando su abultado vientre sobre la tela de su camisón gris claro, mientras su otra mano sostenía un pequeño libro de cuentos. Zemo leía con voz suave y melosa el cuento, incluso, actuaba las voces de los personajes. James sonrió con ternura al observar a su omega.

A paso lento y seguro, Barnes se recargo en la cuna, provocando que su omega quitará la vista del libro percatandose de la presencia de su alfa.

—Hey, ya llegaste. ¿Cómo te fue?

—Bien, solo compré toneladas de comida. Me estás costando una fortuna, dulzura—le sonrió dulcemente.

—Oh no señor, no me culpe a mi. La culpa es totalmente de la pequeña princesa glotona que está aquí dentro...Y que por cierto, te recuerdo, tu hiciste—sonrió con sarcasmo.

—...Touché.

—Te traje algo para el nido.

—¿Qué es?—sus ojos parecían desprender pequeñas chispas amarillas de emoción.

—...Para tú—le regaló una sonrisa mientras levantaba en sus manos un enorme peluche de un redondo y regordete lobo gris con blanco.

—¡Aaah, me encanta!—arrebató el peluche y lo abrazó con dulzura.

—También traje esto, pero son pequeñas mantas ¿Está bien?

—Está perfecto, Jamie—se acercó al barandal frontal de la cuna y besó los labios de su alfa.

—Entra. Acuéstate conmigo y tú hija, por favor—volvió a besarlo, mientras ponía algunos cabellos locos tras la oreja de Barnes.

—Bien, hazme espacio.

Helmut retrocedió en la no tan estrecha cuna para que James pudiese entrar con suma facilidad. Al estar dentro, James estiró sus brazos en señal de un abrazo, Helmut gateó y se sentó entre las piernas de su esposo.

—Continua leyendo, por favor—James tomó el libro y se lo entregó.

—Bien... Pero no has saludado a la pequeña Kathrin.

James alejó un poco de él a Helmut y colocó una mano sobre el vientre abultado, dónde lo acaricio y con voz melosa saludo a su bebé. Pareció que James presionó el botón de encendido en la pequeña criaturita dentro de Helmut, pues ésta comenzó a menearse de allá para acá en el interior, feliz y entusiasmada de escuchar la voz de su padre.

—Ooh, no te entusiasmes tanto princesa, a papi le duele. Calma, corazón—James besó el estómago, y la pequeña niña fue muy obediente.

—¿Sabes?, es una pequeña traidora. Está dentro de mi y cuando yo le pido que se tranquilice se vuelve más activa...Va a ser idéntica a ti, lo huelo—entrecerró los ojos.

—Yo digo que tendrá tus preciosos ojos, y el hermoso color de tu cabello, y tus lunares y todo de ti—acurrucó a su omega y beso sus mejillas con cariño.

—Ah, ya. No seas tan encimoso, estaba en una lectura ¿recuerdas?

—Oh cierto, perdón. Continúa, Dulzura.

Así, Helmut continuó su lectura, mientras James lo tenía abrazado y escuchaba con atención y a la vez, olía el empalagoso y dulzón aroma de su omega por su embarazo. Mantenerse así, unidos y constantemente dándose cariño, hablando con la pancita de su omega, era aún un proceso de construcción del nido que James amaba hacer.

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En el capítulo de hoy, este Bucky con este Zemo

En el capítulo de hoy, este Bucky con este Zemo

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OMEGACEMBER (WinterBaron)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora