Capitulo 2: MI MADRE

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Bajo las escaleras con cuidado para no perder el control y caer, me ha sucedido en más de una ocasión. Llego al comedor y contemplo la típica silueta de mi inusual madre: va vestida con una sudadera blanca demasiado escotada, unos shorts rojos y unas sandalias baratas con tirantes rosados. Con ese aspecto a veces no puedo decirle mamá, así que solo le llamo Brithany.

-- Buenos días, Celeste. - dice ella, volteando para mirarme.

-- Hola. - me limito a contestar.

-- ¿Qué tal tu noche? - pregunta, activando los recuerdos de mi extraño sueño.

-- Bien.

Hace tiempo que decidí dejar de comunicarme con ella porque no desaprovecha la oportunidad de criticarme en cualquier aspecto físico o reclamarme por mi carencia de una relación amorosa. Además, desde que tengo estos sueños extraños ella no para de burlarse de mí, ofreció repetidas veces llevarme a una institución psiquiátrica, así que mi propia madre me llamó loca en muchas ocasiones.

-- Sabes que cuando quieras puedes sacar ropa de mi armario. - dice vacilante, tras observar lo que llevo puesto.

No le veo nada de malo a mi atuendo, solo llevo una camisa con un abrigo de lana tejida encima, mis vaqueros son cómodos, sin contar que son cálidos y flexibles.

-- Sabes que no me gusta tu ropa. - murmuro con delicadeza mientras me preparo una tostada.

-- Claro, pero ponerte de vez en cuanto alguna blusa menos cerrada o una falda... tal vez conseguirías que algún muchacho te invite a salir, al menos quisiera ver que eso sucediera una vez.

-- Brith, nunca lograrás que me vista como tu, antes prefiero ser monja. - contesto con voz clara.

-- Hey, hey, hey muchachita, no te vendría mal llamarme "mamá" de vez en cuando. Segundo, no me tientes porque estoy muy cerca de dejarte en la puerta de un convento.

Luce ofendida, pero sabe que es verdad.

-- ¿No crees que es un poco tarde como para querer dejarme con las monjas? Pero saliendo de la broma, no te vendría mal vestirte como las mujeres de tu edad lo hacen en lugar de usar ropa de adolescente rebelde.

-- Sabes niña, vete a la escuela de prisa si no quieres que te lleve al trabajo conmigo. - dice con tono serio, pero cuando dirijo la mirada hacia ella la veo sonreír.

Le doy un par de palmadas en la espalda antes de salir de casa, ella sabe que es mi manera de despedirme.

-- ¡No dejes que te traten como abuela! - grita desde la cocina.

-- ¡Ten cuidado de no pararte cerca de las esquinas! Pueden confundir tu oficio. - respondo riendo.

Una tostada llega a unos cuantos centímetros de mí, la siguiente vez tendré en cuenta que está mejorando su puntería.

Una pequeña sonrisa se queda en mi rostro por unos cuantos momentos, antes de pensar en lo que me espera ahora.

EL AVISTAMIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora