Capítulo 6 parte A

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A pesar de haber estado viendo a Terry en su sueño, Candy desconoció la caricia proporcionada.

Por ende, y sobresaltada, ella encogió las piernas para alejarlas de quien había osado tocarla, y que con cariño le decía:

— No quise espantarte, Blanca querida.

— N-no — contestó una encamorrada ella, y acurrucándose más en el lecho, — no lo hiciste.

— Pero sí estar soñando con él, ¿cierto?

Aunque abochornada, ella no lo negó, escuchándose de él:

— Me da gusto que al menos en tus recuerdos siga vivo.

— ¡Anthony...!

Candy lo mencionó; pero, al hacerlo un tanto alterada ya que revelaría lo que según el guapo y finado jardinero le dijera en su alucinante visión, se oiría "con picardía":

— Ah, Anthony. Siendo así... —, el visitante se puso de pie, diciendo: — no los interrumpiré —. Y apuntando hacia una dirección, indicaba: — Estaré abajo haciendo unas cosas, y quizá quieras reunirte conmigo después.

— ¿Me llevarás a pasear? — quiso saber la enferma.

— Hoy... no lo creo. ¿Pero qué te parece mañana?

— Está bien — acordó ella viendo a dos mirándose entre ellos.

Con lo que había sido una señal, la encargada se dispuso ir detrás del otro, no sin antes ofrecer:

— ¿Quieres comer algo?

— ¿Puedo acompañarte? — Candy hacía el intento por levantarse. Sin embargo:

— Lo que quieras en estos momentos se te traerá, Blanca. Sigue descansando.

Sí, era mejor decirlo así, porque con alguien y en privado se quería parlar. En sí, se trataba más de una advertencia que se daba al andar por uno de los pasillos de afuera.

— Mañana, en lo que llego, procura no perderla de vista. Granchester debe presentarse en el colegio

— ¿A qué hora?

— ¡Yo qué sé! Por eso te estoy diciendo que no vayas a perderla de vista.

— Está bien — obedeció la mujer siguiendo los pasos de aquél.

Mientras tanto, en la residencia Granchester...

Cada uno de los ocupantes se dedicaba a lo suyo.

Pasadas un par de horas, unos nuevos llamados a la puerta se escucharon.

Nuevamente era en la habitación de Terry, quien esta vez se acercaba a atender.

Detrás de, yacía Mylo, llevando consigo tres hojas que debía entregar a su padre, para que éste, al día siguiente...

— Debes firmarlas y entregárselas al director mañana que te entrevistes con él

— ¿Qué son? — un padre quiso saber al estarlas recibiendo.

El hijo, por su parte, informaba:

— Una... mis calificaciones.

— Y las otras dos... —, Terry ya las revisaba, expresando: — ¡en verdad, una seria lista de quejas, jovencito!

— Según a lo dicho por el abuelo Williams, tú... no llenabas menos.

— Pero al menos... —, se defenderían: — ¡no mataba animales con saña!

Terry miró al desenfadado chico que respondía:

— ¡Bah! Era la única manera de hacer callar al pajarraco ese que no me dejaba estudiar.

— Nada menos que una guacamaya brasileña y obsequio que diera el mismo Albert.

— Lo que no le veo el problema — ¿por ser súper millonario? — ¡Que les regale otro!

— ¡Mylo! — Terry lo llamó, pero hasta ahí se quedó, porque nada más no comprendía la rebeldía de su crío, ¿o sí?

¡Claro! y al hacerlo, la culpa una vez más recaía en él, en el padre que se llevó una mano a la frente para masajearla y calmarse. Serenidad que intentó al decir:

— Hijo, los animales no tienen por qué pagar por nuestras frustraciones.

— ¿Sabes, padre? Y con todo respeto, pero ahórrate el sermón.

— ¡Mylo! — gritó Terry enérgicamente, y con gusto hubiera ido detrás del joven que había emprendido la retirada, no obstante... — ¡Cielos! — se escuchó en un quebranto. También una plegaria solicitando y pronto ¡ayuda!

Ésta llegaría con el arribo de la diva Baker, la cual, al estar descendiendo de su vehículo, vio a su nieto y lo llamó, interrumpiendo así la acelerada carrera que se pensaba tomar por una acera, y cargándolo con diversos paquetes.

Unos, por supuesto, destinados para él. Otros para su padre, y el resto para lo que se necesitare en casa.

— Aunque, una mujer es lo que hace falta aquí.

— ¿Te vendrías a vivir con nosotros, Eli? — se extendió a quien lo propusiera.

— Yo más bien hablaba de...

— ¡Ni siquiera lo pienses! — advirtió y fuertemente Terry.

VIDA PERDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora