Capítulo 13 parte A

169 28 2
                                    

Él, ¿cuántas veces no deseó lo mismo, es decir, verla, abrazarla, besarla y confesarle repetidamente lo mucho que la amaba?

Aun creyéndola muerta, lo hubo hecho.

Y ahora que la sabía viva y la tenía enfrente ¿por qué no podía decírselo? ¿por qué no podía abrazarla o besarla?

La emoción que Terry creyó haber dominado, lo traicionó.

En el momento de intentar dar un paso hacia ella, un fuerte dolor lo hizo doblar y caer nuevamente inconsciente.

Inconsciencia que le duró lo suficiente para alarmarla y despertar en ella el instinto de su profesión.

Viendo en el suelo lo que más había añorado ver, Candy no dudó en atenderlo, hablándole, conforme lo hacía, del modo más cariñoso y suplicante a que volviera a ella.

A ellos.

Y es que Mylo también se había asustado, resultándole de lo más absurdo que pudiendo estar juntos los tres ahora que lo estaban, él, su padre...

Entre Archie, George y Albert lo llevaron a la habitación más próxima.

Ahí y ya instalado, la pecosa pidió dejarlos a solas.

— ¡Pero, mamá! — objetó el chico, el cual a cambio y para hacerlo serenar recibió una caricia y un beso de parte de Candy, que aseguraba:

— Estaremos bien, hijo. Te lo prometo.

Confiando en ellos, Mylo asentó con la cabeza y vio una puerta cerrarse.

A través de ello, era imposible ver lo que sucedía en el interior.

Con sumo cuidado, Candy comenzó a quitar el pulcro calzado de su amado.

Una vez liberado, sus manos se hicieron de los cálidos pies, los cuales comenzaron a ser delicadamente masajeados.

Previo a soltarlos, ella los besó, preguntando ulteriormente:

— Anthony, ¿sigues aquí?

Mientras la silenciosa respuesta se prolongaba, la pecosa caminaba hacia la parte de posterior de aquel largo cuerpo que reposaba en el mullido lecho.

Porque lo sabía vivo, Candy sonrió, postrándose a su lado para mirarlo con embeleso y, también seguir el suave ritmo de su respiración.

— Fue difícil vivir sin mí, ¿cierto? — cuestionó ella; y al segundo siguiente respondía: — Sí, algo muy parecido padecí yo. Pero veme aquí...

Candy extendió su mano hacia el pálido rostro para direccionarlo al calmado de ella que así sonaba:

— Ya estoy a tu lado, amor. No puedes dejarme también. Él se fue, porque tú llegarías para concluir todo lo que dejamos pendiente, principalmente el ser felices los tres. Aquellos que nos hicieron mal ya no están. Ya no nos molestarán, así que...

Candy bajó el volumen de su voz para pedir:

— Por favor, despierta, Terry. Hazlo si en verdad me amas. Si en verdad lo has hecho.

— Nunca... nunca lo dudes siquiera. Eres...

Terry levantó su brazo; y al alcanzar la mano de ella, la apretó contra su pecho, ese que albergaba todo su sentir que iba acorde con lo que decía:

— Eres lo que más he amado en esta vida, y estoy seguro que también en la siguiente.

— Pero esa la visitaremos después. Hoy, quiero disfrutar de ésta y agradecer que te recuperé.

— ¿Cómo fue posible que...?

Candy interrumpió a Terry, y lo hizo al verla enderezarse para acomodarse en la cama y a su costado, el cual fue abrazado y en su pecho dejaba la mejilla femenina.

Teniendo cerca la cabellera de su amada, Granchester inhaló; y lo hizo tan profundamente, que...

— Ha sido imposible olvidar tu olor. Lo tengo tan impregnado a mí que...

— Hábleme de Mylo — Candy lo interrumpió esta vez. — Dime, ¿cómo es nuestro hijo? ¿qué han hecho juntos? ¿qué le gusta? ¿acaso ya tiene novia? Dime, Terry

Candy se enderezó, poniendo su mentón en el pecho masculino y mirándolo con ansias de saber.

Gracias a la pose que tenía, ella no pudo percibir el gesto fracasado de él, sólo el movimiento de la manzana de Adán por la cual pasó un grande buche de saliva.

No obstante, él debía ser honesto y confesar...

VIDA PERDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora