Capítulo 10 parte B

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Mylo yacía en los brazos de su padre y nada de lo hablado comprendía.

Tampoco, que una vez desaparecida la visita, de repente, fue puesto en el césped y veía correr a su progenitor en dirección de la casa y gritando el nombre de su madre.

Cada uno atendiendo sus "visitas", no se percataron que aquel grupo de hombres, contratados por la señora Marlowe, trabajaron sigilosamente para incendiar el hogar de los Granchester.

Terry, creyéndola en su interior, de mil maneras intentó ingresar para sacarla.

Candy, por su parte, al ver la llamarada en que se estaba convirtiendo su casa, intentó correr allá.

En sí, al jardín donde sabía, estaban los suyos.

Pero Neil, sacó rápido un pañuelo del bolsillo de su chaqueta, y al alcanzarla. la tapó con ello.

En cuestión de segundos, la puso a dormir y se la llevó de ahí.

Ahora Candy yacía en Lakewood; exactamente en el solárium donde un día conociera al verdadero hombre que la tomara bajo su custodia.

A su alrededor estaban los pequeños de Archie.

Él apenas había sido anunciado del descubrimiento; y a grandes zancadas iba para cerciorarse de que fuera cierto.

Candy, años atrás había muerto, y que George le informara de su presencia...

— ¡No, no puede ser! ¡Candy murió en aquel incendio, Johnson! ¡La policía misma lo corroboró!

— Es verdad, Archie. Pero te digo que la señora Candy está viva.

— ¡Diablos! ¿Ya se lo informaste a Williams?

— No.

— No lo hagas, hasta que lo confirme por mis propios ojos. Terry se volverá loco. Bueno, lo poco que le faltaba por estarlo.

Y en efecto, asimismo lucía.

La desesperación por saberla viva lo tenía con la mirada fija y en un único punto.

Mylo había regresado del colegio, y al conocer lo mal que su padre se había puesto, a casa de los Andrew fue.

Preguntar qué había pasado con su progenitor, aumentó la intriga en el chico.

— ¿Dices que se puso así por la loca del colegio?

— Mylo, no te expreses así de ella.

— ¿Por qué, abuelo?

— Me gustaría más que tu padre te lo dijera.

— ¿Por qué, abuelo? —, el joven volvió a cuestionar, incrementando su enojo al querer saber: — ¡¿Quién es ella?! ¡¿acaso alguien importante en la vida de mi padre?! ¡¿No era mi madre la mujer que más amó?!

— Mylo, por favor... no cuestiones más, hijo.

— ¡Entonces, con un carajo, respóndeme, Williams! ¡¿Qué secreto guarda mi padre?! ¿Qué representa esa mujer para que él...?!

— Hijo...

Albert se acercó al alterado muchachito, no teniendo otra más que confesar:

— Se trata de tu madre. Tu padre acaba de descubrir que ella... no murió.

— ¡¿Qué... demonios... dices?! ¿Mi madre... la... loca?!

— Sí

Al escucharlo, Mylo emprendió la carrera. Primero, quiso buscar la puerta de salida para ir veloz a la casa donde ella vivía. No obstante, a un paso de cruzar un umbral, el chico regresó sus pasos para ir adonde su papá y exigirle:

— ¡¿Cómo es ella?! ¡¿Por qué me ocultaste su rostro?!

— Porque...

— ¡Egoísta! ¡Todo el maldito tiempo lo fuiste! ¡Te creíste el único que la amaba y no te importó que hubiese otros sufriendo lo mismo!

— Tienes razón.

— Y tenerla, ¡¿qué mejora?! ¡Además, ¿por qué no has ido por ella?! ¡¿Qué esperas?!

— Candy... ya no está en aquella casa. Se la han llevado.

— ¡¿Adónde?! — gritó Mylo desesperadamente molesto.

— Lo ignoro. Sin embargo...

Terry finalmente miró al chico, y pese a toparse con la dureza proyectada, le preguntaría:

— ¿Viste a las gentes que la cuidaban?

— Todo el tiempo.

— Descríbelas. Dime cómo eran.

— La mujer...

... robusta y de baja estatura no terminaron de decir, porque una puerta se abrió.

Era Albert y, debido a su rostro, se le cuestionaba:

— ¿Tienes noticias?

— Candy... apareció en Lakewood.

Dicho esto, Terry se puso de pie, y sin decir palabra alguna en busca de las salidas fue.

VIDA PERDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora