Capítulo 9 parte A

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Los molestos y constantes ladridos de los perros se aprovecharon para buscar otra salida y por ahí escabullirse. No obstante, el motor de un auto atrajo a los animales que corrieron hacia allá.

Terry, viéndolos, alcanzó a divisar la parte trasera del carro, yendo en el interior una bien tapada Candy, su cuidadora y el chofer.

Grandemente intrigado, el que yacía detrás de una reja se dio la tarea de abrirla.

Por suerte, él pudo hacerlo, hecho que le permitió darse acceso, sin importarle el peligro que representaban aquellos dos canes, los cuales al oír un pasador volvieron adonde el intruso.

Éste, para no ser alcanzado, mordido, o tal vez hasta destrozado por ellos, dejó la puerta abierta y corrió veloz hacia la pronta escalera de servicio.

Al estarla escalando, Granchester miraba de vez en vez hacia abajo.

Inteligentes, Grecia y Apolo, conociendo su hogar, se apresuraron a ir adentro. Exactamente a la reciente abandonada recámara de ella, a la cual Terry, por fuera, arribaría.

Nuevamente afortunado, él otra vez se dio acceso; y al hacerlo se topó con los canes, esos que sorprendentemente yacían, sí frente a su persona, pero echados y solamente mirándole en su estático estado. Primero, por la "amenaza" que los perros representaban, y segundo por estar viendo ese interior.

Sin duda alguna, la pieza era muy femenina. Además, sobre la cama, había unas cuantas prendas de vestir.

En la coqueta, perfumes, estuches de maquillaje y flores.

Éstas de color blanco, y rosas para no variarle, de un aroma exquisito e inconfundible, lo que causó que el pobre corazón de Terry volviera a latir acelerado.

Sintiendo hasta un castañetear de dientes, el castaño se preguntaba ¿qué de extraño había ahí para ponerle así?

— ¿Candy?

Él, de pronto y miedoso, pronunció.

Y quien le respondiera, fue un gesto canino.

Grecia, a la mención de su dueña, apoyó la quijada en el suelo, bajó una entristecida mirada y gimió con lamento.

Apolo, por su parte, un ladrido agudo había lanzado y corrido hacia el exterior.

Oportunidad que Terry no desaprovechó para mirar más, principalmente las prendas de vestir, las cuales una vez tomadas y analizadas, se las llevó a la nariz para...

— No — dijo apoderado del espanto. Sin embargo...

— ¡¿CANDY?! — la llamó más fuerte.

Y ante el obvio silencio él quiso saber:

— ¿Estás aquí?

Sin soltar lo que sostenía en su mano, Granchester fue hacia la puerta de salida.

El pasillo de afuera lo checó de un lado a otro.

Hallado nada o por lo menos no lo que quería, Terry se devolvió a la habitación no perdiendo el tiempo para husmear y encontrar algo que le verificara que lo que estaba sintiendo llamado esperanza, fuera posible.

No importándole el desorden que causara, Terry, todo lo que veía a su paso, tocó.

Cajones y closet abrió, inclusive los cuadros en la pared, movió cayéndose algo que yacía detrás de uno.

Dos ruidos de metal atrajeron la atención del actor.

Sus ojos los buscaron, y al divisar al primero, las lágrimas no tardaron en asomarse.

— ¡Por todos los cielos! — exclamó un horrorizado hombre, que pasando un buche seco de saliva, tembloroso iba inclinándose y extendiendo al mismo tiempo su mano hacia aquel objeto. Una quemada y oxidada armónica que fuera regalo de ella para él.

Conmocionado, Terry cayó de rodillas, llevándose aquella prenda querida al pecho, y llorar. Su rostro apuntaba hacia el techo, dirección a la que le preguntaba:

— ¿Por qué?... ¿por qué? ¡CANDY! — gritó el castaño, combinándose el dolor y a la vez la rabia por quien les hubiera hecho eso: separarlos.

— Pecosa — pronunció Terry; y posteriormente, besó el instrumento y la prenda que seguía sosteniendo.

Después, Granchester se puso de pie para salir corriendo de ahí e ir adonde los Andrew; y eso se debió, a que luego de enderezarse y dar el primer paso, pateó un segundo objeto: la insignia de esa familia amiga.

Albert debía saber, que su pecosa amada, su inolvidable amor, ¿no estaba muerta?

Pero, que si no lo estaba, ¿adónde la habían llevado?

A Terry, sus veloces pasos hasta la Mansión del guapo magnate.

VIDA PERDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora