Capítulo 11

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En el solárium de la Mansión de los Andrew en Lakewood, Candy estaba, no sólo rodeada de los pequeños hijos de Archie y observándola, sino la misma mujer mirando fija y perdidamente un mediano y elegante retrato.

En ello, estaba plasmada la imagen gallarda y militar del simpático inventor Alistar Cornwell quien seguía haciendo mucho por su nación.

De la guerra, él no había querido regresar, no porque no tuviera quien le esperara, sino... se sentía tan endeudado con su país, pero principalmente comprometido con sus connacionales, su familia, que aunque supiera que le añoraban en demasía no había fuerza humana que lo hiciera desistir de tan importancia misión fijada.

Recordaremos que el mismo día que Candy decidiera ir a Nueva York, Stear partió a la guerra. Sin embargo, cuando él fue notificado del camino tomado por su querida amiga y posteriormente de su infortunio, el militar con mayor ahínco se dedicó a su labor.

Para esto, dejó sus sueños inventivos y hasta el de volar para ayudar en el área de medicina.

Su "finada" amiga le había demostrado el cariño hacia esa profesión que Stear la optó en memoria de ella.

La de Candy se hallaba vacía, y por más que su mente trataba de recordar fracasó, oyéndose su tímida voz:

— ¿Quién es él?

— Nuestro tío Stear, hermano de mi papá — respondió un chiquillo, proporcionando el otro:

— Es militar, pero sigue allá.

— ¿En dónde? — ella quiso saber.

— En Europa.

— En sí... — habló el mayorcito dando un codazo a su hermano por no haber especificado lo que él sí, — En Escocia.

— Escocia — murmulló Candy, llevándose las manos a la cabeza y cubriéndose el rostro al segundo siguiente.

— ¿Te sientes mal? — preguntó el chico menor.

— Quiero un poco de agua — dijo Candy, la cual, por su desconcertado estado, una silla se le acercó para que ella se sentara mientras iban por lo solicitado.

En el camino se toparon con Archie y George, quien quiso saber la urgencia.

Enterado, él se encargaría del pedido.

Cornwell, por su parte, ya iba en dirección de su amiga.

Ella, al escuchar las voces, dirigió su mirada a ellos, y al ver a su contemporáneo...

— ¿Quién eres? — también lo cuestionó, impidiendo con eso, aunada frialdad que, Archie explayara su enorme sentir por verla.

Saberla viva no cabía en su interior.

Tampoco, las preguntas que tenía por saber ¿qué había pasado con ella? No obstante...

— Candy, soy Archie, ¿no me recuerdas?

— Archie — repitió ella, interesándose en dos: — ¿Dónde está Terry y mi hijo?

— Ellos... no tardarán en venir. Ahora mismo les informaremos que estás aquí. ¿Sabes cómo llegaste?

— Me trajo... él.

— ¿Él? ¿Quién?

— Mi doctor. Sólo que...

— ¿Qué, linda?

La mirada verde de Candy estaba en Archie.

La postura angustiosa de parte del varón resultaba difícil controlar, y ella...

VIDA PERDIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora