Mario

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Luisa y yo estábamos dormidos recostados en la cama, ambos estábamos desnudos y nos abrazábamos para sentir calor.  De pronto el hambre me despertó y noté que ya estaba obscuro afuera.

-¡Ahh! ¿Qué hora es?- pregunté mientras me giraba para ver el reloj despertador. Eran las 8:26  de la noche.

Traté de mover el brazo que estaba debajo de Luisa sin que ella se despertará pero no pude evitarlo.

-¿Te he despertado? Lo siento.

-Si...pero no te preocupes creo que es hora de despertar.- Dijo  ella mientras estiraba el cuerpo y se giraba al lado contrario.

Al hacer esto pude notar un poco su figura desnuda. Ella es tan hermosa que no puedo creer lo que  hicimos hace unas horas atrás. Me acerque  a ella, la abracé y le di un pequeño beso en el hombro.

-No hagas eso. Creo que ahora no podré mirarte a la cara.- Fue cuando noté que realmente se giro para no verme por que estaba algo avergonzada.

-Yo también estoy algo nervioso, así que no  me evites por favor.

-Yo no quería que pensaras que soy una una chica fácil.- dijo ella mientras se tapaba el rostro.

-Yo jamás pensaría eso de ti. Me sorprendió  que me dijeras que te gustaba pero eso no lo  tomé a mal, al contrario me hizo sentir muy feliz

-¿En verdad?

-Si. Por que te amo.- le dije  sin rodeos,  y ella se giró.

-Denis, me prometes que si me enamoro de ti jamás me abandonarás.

-Lo prometo.- y sellé mi promesa besándola en la frente.

Entonces un gruñido en su estomago sonó tan fuerte que nos desconcentró a los dos.

-Creo que semillita tiene hambre, debemos alimentarlo bien para que crezca sano y fuerte.- le dije con una sonrisa en el rostro.

Luisa se puso roja  y se tapó con las cobijas para que no la siguiera mirando. Al poco rato nos levantamos y nos vestimos, me sentía el hombre mas feliz del mundo. Si a Luisa ya le gustaba no faltaba mucho para que se enamore de mi y podamos vivir felices por siempre los tres.

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-¡Gracias señor! Nos honrará con su presencia.- le dije al señor Rogelio cuando salía de su oficina,  despues de que aceptara ser mi otro testigo para la boda. 

-Viendo tu reacción parece que aceptó.- me dijo Mario.

-Si, me alegra mucho.

-Yo creo que lo que te pone contento es otra cosa. Mira la cara de idiota que tienes desde que fui a tu casa.

-¡Oye! No...no pasó nada.

-¡Ajá! Y cual dedo me chupo. Pero en fin, si no me quieres decir no te obligare. Prefiero que estés así en vez de  la cara de pala que llevabas los últimos días.

-¿Cara de pala?

-Esa que pones cuando estas pensativo. La detesto. 

-¡Ah! Me acordé que debo comprar los anillos para la boda.

-Cambiando el tema como siempre.

-¿Me quieres acompañar?- Mario se sorprendió cuando lo miré.

Si no me amas, no importaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora