Alibaba estaba limpiándole con una toalla húmeda el rostro a Ari. Tenía tres días de que ella no despertaba. Varias heridas, sobre todo las superficiales ya habían cerrado por completo que ni siquiera se distinguía en donde estaban. Las que preocuparon a todos, fueron la causada por el corte profundo del costado y donde las espinas penetraron su piel, también la que tuvo atrás del cuello que se le había puesto morado.
El rubio se dio cuenta de un detalle cuando pasó la toalla por el antebrazo, miró con detenimiento los brazaletes: los adornos de color verde no se distinguían muy bien, y el extraño símbolo había desaparecido. Alzó la vista hacia Ari, no entendía muy bien, pero se sintió abrumado de pronto al pensar que eso significaba que su amiga estaba reamente mal.
Sin embargo, aquel sentimiento se disipó cuando Ari se removió y finalmente empezó a abrir los ojos, causando en él una alegría inmensa que se vio reflejada en la enorme sonrisa que se le dibujó en el rostro.
—¡Ari! —exclamó lanzándose a abrazarla, pero luego se separó, avergonzando luego de escucharla como se quejó—. Perdón.
—Al-Alibaba... —Ari sonrió tenue, sintió la garganta astillosa que al tragar un poco de saliva le dolió—. Agua.
Alibaba llenó un vaso y ayudó a Ari a inclinarse un poco, él mismo se encargó de dársela a beber.
—Spartos, ¿cómo está? —cuestionó la chica con voz rasposa.
—Se está recuperando, Ari, no te preocupes, después de todo es uno de los Ocho Generales de Sindria —contestó Alibaba, antes de que ella hiciera más preguntas, él se adelantó—: Afortunadamente todos estamos bien, Ari, no tienes de qué preocuparte. Sólo descansa para que termines de recuperarte —la tomó por las manos y la observó con vehemencia.
No obstante, las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas, obligándolo a soltarla para limpiarse la cara.
—¿Por qué lloras, Alibaba? —interrogó Ari, alterándose un poco.
—Porque soy demasiado débil que ni siquiera pude protegerte... —Alibaba sintió una suave presión en su muñeca y se dejó llevar cuando Ari le apartó la mano del rostro.
Se quedó en una pieza cuando ella le quitó las lágrimas con delicadeza. Pero terminó cargando el peso de su cabeza sobre la mano de la joven, sosteniéndosela, llorando con más ímpetu.
Al cabo de unos minutos, cuando Alibaba estaba recuperado, con la nariz todavía roja y también las mejillas en una combinación del llanto y vergüenza, se quedaron en silencio, Ari tenía toda su atención puesta en el techo.
—¿Tienes hambre? —interrogó Alibaba para romper el silencio que, aunque no fuera incomodo, resultaba pesado.
Ella negó sutil con la cabeza y luego cerró los ojos por un breve momento.
—Alibaba —llamó con voz más determinada, mirándolo a los ojos—. Aquella noche donde te embriagaste en Selicia, tú me preguntaste por qué no confiaba en ti.
El rubio abrió los ojos como platos, no recordaba nada de esa noche, sólo le había quedado el amargo recuerdo de la terrible resaca al día siguiente. Ari le sonrió por el semblante que había adoptado.
—Perdón si te dije algo que te hizo sentir mal, Ari, yo...
—Aladdin me dijo que los borrachos y los niños dicen la verdad —inquirió Ari con una sonrisa divertida, pero su mirada no delataba nada de eso.
—Ari, yo... yo esa tarde que tú y Aladdin fueron a recoger las flores, los escuché y... y la verdad, es que yo... yo me sentí excluido, porque pensé que yo no merecía tu confianza... ¡Pero no te preocupes por eso! Entiendo si tú no quieres decirme algunas cosas...
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Magi: The New Magic Adventure
FantasyUn mes después de la batalla en Magnostadt con el médium que traería la oscuridad en el mundo, Morgiana ha tomado la decisión de apartarse del Aladdin y Alibaba. Antes de que Aladdin y Alibaba regresen a Sindria después de estar dos meses en Magnos...