Capítulo 14: La verdad de Alibaba

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Aladdin observaba un pequeño contenedor como cilindro, pero de ocho lados, era del tamaño de la palma de su mano; por dentro resplandecía de color purpura. Era cuestión de probarlo para saber si ya funcionaba como quería. Estaba exhausto pero el mes que estuvo trabajando ya empezaba surtir efecto. Respiró hondo y dejó escapar el aire con calma.

Alibaba entró al laboratorio con semblante de cansancio absoluto, tenía la mejilla mullida y un moretón en el hombro. El muchacho se dejó caer en una silla.

—Alibaba-kun, ¿qué te pasó? —preguntó Aladdin, aunque ya sabía la respuesta.

—Mi maestro y Masrur juegan sucio. Me dieron una paliza sin contemplación —se quejó Alibaba dándose un masaje en el hombro—. Me duele hasta el pelo.

—Oh, ¿en serio? —Aladdin se mostró entusiasmado, extrañando a su amigo—. Mira, aprendí a hacer estas pociones —se levantó en un brinco y buscó unos frascos barrigones que tenía un líquido color amarillo—. Si te lo pones, va a desaparecer los golpes y si lo combinas con este —sacó uno de color azul y lo combinó con el de color amarillo, volviendo el líquido de color guinda—. Disminuirá un cincuenta por ciento el malestar —sonrió confiado.

—Interesante... ¿y son efectivos? —Alibaba no tenía ganas de probar la poción.

—Antes de que Yamu-san se fuera a Magnostadt, hice algo que me terminé lastimando, fue cuando Yamu-san me lo dio y sí me funcionó. Me enseñó a fabricarlas. Ten, bébelo —le extendió la poción al rubio.

Alibaba miró con sospecha el frasco, pero terminó aceptando. Se bebió el contenido de golpe. El resultado no se reflejó de inmediato, pero a los minutos se sentía menos adolorido además de que sus magulladuras desaparecieron.

—Gracias, Aladdin —sonrió Alibaba contento de que la poción no tuvo un mal sabor como se lo había imaginado—. Oye, Aladdin, ¿estás seguro que quieres hablar con todos sobre lo que le prometiste a Kouen Ren?

—Tengo que hacerlo, Alibaba-kun, les di mi palabra. Iremos al lugar acordado para platicar sobre esto. Es muy importante —dijo, serio y preocupado.

Abrieron la puerta de golpe, interrumpiéndolos.

—¡Hola, chicos! —Ari llegó muy alegre casi saltando—. Les traje algo del bazar.

No esperó y sacó un collar de oro con un dije de luna menguante con una estrella de color rojo, no era muy ostentoso, más bien discreto, y también sacó un brazalete de oro con una joya de color verde incrustada y alrededor contaba con ribetes dibujados que se extendían como enredaderas.

—Este es para ti, Aladdin —le entregó el collar al pequeño, a Aladdin se le vio la emoción nacer en su rostro.

—¡Gracias, Ari-san! —el niño se lo puso de inmediato, y lo contempló por unos segundos antes de abrazarla.

—Y para ti es este, Alibaba —le dio el brazalete.

—Muchas gracias, Ari, pero ¿de dónde sacaste el dinero? Esto se ve muy costoso —admiró Alibaba colocándose el brazalete en el brazo derecho.

—Jafar me dio dinero por ayudarlo y también le vendí toda la ropa y algunos zapatos a Pisti —respondió Ari sin tapujos—. Y cómo me sobró algo de dinero, también me compré algo para mí —sonrió, señalándose unos pendientes de oro de bolita pegados al lóbulo—. El señor que me hizo las perforaciones me mintió, me dijo que no me dolerían y sí me dolió —recordó haciendo un puchero.

—¿Vendiste la ropa que Sinbad te dio? —repitió Alibaba sin estar seguro si eso era honesto.

—Yo no me la iba a poner y estoy segura que el señor Sinbad tampoco —contestó Ari, inocente.

Magi: The New Magic AdventureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora