Capítulo 31: Tribu Rhamura

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Alibaba, Aladdin y Ari entraron por una selva que poseía unos árboles enormes; muchos estaban cubiertos por la maleza amarilla que algunos parecían palapas. Decidieron pasar la lluvia bajo una de ellas. Platicaron de lo vivido en Hardam, como Alibaba se encargó de la construcción y la planificación de la economía de la ciudad, mientras que Aladdin y Ari se hicieron cargo de reparar las tierras y las cosechas. A Ari le costó entender de lo que Alibaba platicaba, sin embargo, notó lo mucho que a su amigo le apasionaba. Aladdin también se emocionó al hablar sobre las pociones curativas que le enseñó a Vera, así como también algunas pócimas que fabricó para ayudar a las tierras cuando no hubiera lluvia. De pronto Aladdin abrió los ojos como platos y se puso a hurgar en su mochila de viaje.

—Chicos, con tantas cosas se me olvidó darles esto —Aladdin sacó dos pequeños cilindros de ocho lados que eran del tamaño de la palma de su mano. Por dentro tenían una pequeña cantidad de sustancia aceitosa de color purpura brillante y el resto era transparente.

Aladdin le dio una a Ari y otro a Alibaba.

—Es el que nos enseñaste aquella vez antes de que fuera a Balbadd —recordó Alibaba mirando el cilindro más de cerca.

El Magi asintió feliz.

—Agítenlo —alentó el ojiazul.

Tanto Alibaba como Ari quedaron maravillados al ver cómo todo el contenido se volvió purpura y resplandeciente.

—Qué bonito, Aladdin, muchas gracias ¿para qué sirve? —preguntó Ari.

Fue ahí donde Aladdin cerró los ojos, muy orgulloso y estrellas se mostraban a su alrededor.

—Es un Borg compacto. Solo tienen que arrojarlo al piso y un Borg saldrá para protegerlos —respondió Aladdin alzando su índice con aire de sabelotodo.

—¡Guau, Aladdin! ¿En serio? Es increíble, ¡tú eres genial! —elogió Alibaba mirando con más entusiasmo el pequeño artilugio.

—El Borg dura como un minuto, pero creo que les ayudará cuando más lo necesiten, un minuto es esencial, ya sea para recuperar algo de magoi o fuerza, para darse un respiro, ¿no creen? —sonrió el Magi.

—Sin duda eres mi Magi favorito, Aladdin —dijo Ari abrazándolo.

Hicieron una fogata para calentar un poco de carne de karzúa para cenar. Improvisaron una tienda de acampar para que Ari durmiera adentro más cómoda. Aladdin y Alibaba se quedaron un rato más despiertos, mirando como la fogata se iba consumiendo. Alibaba la atizaba vagamente.

—Aladdin, ¿te puedo hacer una pregunta? —habló Alibaba.

—La que quieras, Alibaba-kun —respondió el mencionado.

—¿Crees que algún día nos separemos?

El Magi se quedó callado, cavilando en la respuesta que le daría a su amigo.

—Lo digo porque cuando Morgiana nos dejó en Magnostadt sentí feo, porque sólo convivimos un mes, pero cuando ella nos mandó esa carta junto a las cosas que nos unía... francamente sentí como si me hubieran arrancado un pedazo de mi corazón. La extraño mucho —sonrió Alibaba con nostalgia.

—Yo también la extraño, Alibaba-kun —secundó Aladdin, mirando hacia el cielo—. Pero estoy seguro de que en un momento nos encontraremos con ella, porque es nuestro destino.

Alibaba asintió.

—Pero nosotros... digo, estamos aquí porque Ari decidió irse de Sindria... si no la hubiéramos conocido, ¿crees que nosotros seguiríamos en Sindria?

Magi: The New Magic AdventureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora