11.- Visitantes.

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Hay una música baja que viene desde el consultorio de Eddie. Creo que es más apropiado llamarlo quirófano. No hablo ni entiendo el idioma pero sé que el cantante está hablando alemán. Eddie está escuchando rock alemán. Hay un par de chicas sentadas frente a mí, ambas prestando atención a sus teléfonos, desde hace quince minutos que solo murmuran para mostrarse algo del teléfono de la otra. La recepcionista es la que está mirándome de vez en cuando desde que le dije que tenía asuntos con Eddie.

— Entrega— todos miramos a la puerta. Un repartidor de comida está esperando. Una apuesta arriesgada, pero me levanto y lo tomo. El chico solo me entrega la nota, que por gracia del cielo dice "Pagado" ya había notado que Eddie paga por adelantado desde su teléfono. La encargada se me queda mirando y no llega a decir nada porque la puerta del quirófano de Eddie se ha abierto. Las chicas al fin dejan sus teléfonos.

— Está todo listo— les hace una seña y ellas van con él. Escucho darles indicaciones sobre la herida y la limpieza. La mujer ¿era Gabriela? Comienza a guardar sus cosas, olvidándose de mí. La bolsa que acabo de tomar tiene un olor a aceite, pan tostado y salsa de soya.

Genial, hoy comeremos sushi.

— ¿Qué haces aquí?— la voz de Eddie es un siseo bajo. Las chicas salen tras él, cargando en una jaula a un pequeño caniche.

— asuntos importantes.

— Eddie, regreso en un rato— la mujer se despide cerrando la puerta. Lleva mucha prisa al parecer.

— ¿esa es mi comida?

— Tu amigo no está aquí hoy— paso por su lado para entrar a su consultorio. El lugar tiene un fuerte olor a café, a veces Eddie también lo tiene, el olor del café impregnado en su cabello. Eddie no viene enseguida, lo escucho abrir una llave de agua.

— tiene asuntos que atender.

— Vaya— el escritorio tiene pocas cosas desordenadas, así que solo tengo que mover un par de cosas para poder sacar la comida de la bolsa. Él regresa rápido, como si hubiera escuchado mis pensamientos sobe la comida.

— tú no tienes asuntos aquí.

— No que tú sepas— le sonrió. Él está de pie en la puerta, cruzando los brazos y mirándome con los ojos entrecerrados— ¿Cuándo te molestas se te pone la cara roja? Seria curioso verte como una furia roja.

— ¿Cómo te atreves a venir aquí otra vez? ¿No tienes vergüenza?

— Tu comida va a enfriarse— le escucho un refunfuño exasperado, pero se sienta— solo quiero hablar y ponerte al día con las novedades.

— ¿Por qué? ¿Paso algo?

— ah, ya lo vez, es importante que este aquí— no lo convenzo, pero le basta. Se aparta todo lo que la silla le permite para abrir la comida— no pasó nada grave. Solo... bueno, ayer hablé con Baruch sobre la idea que tuve con los recién convertidos.

— ¿Y?— intento no reírme al verle hacer malabares con la comida, la salsa de soya y los aderezos. No puede tomar todo con solo dos manos.

— le pareció una buena idea pero me dijo que debería hablarlo con todos.

— Eso es sensato— le veo mirar un par de veces la mesa, a mí y la comida, sopesando sus opciones. Finalmente suspira y mientras habla vuelve a colocar las cosas en la mesa— todos tienen que decidirlo porque a todos les va a traer trabajo hacerlo.

— algo como eso dijo Baruch, así que... deja libre la noche del sábado para esa reunión.

— ¿Qué?— aprovecho su momento de debilidad y robo un par de rollos de sushi— Rowan ¿Qué estás diciendo?

Lunas de enero (Lunas y lobos I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora