Cap 13. -Pero todo lo que tú quieres es estar allí, en presencia de su sonrisa-

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A medianoche del 24 de diciembre, el burdel de Odalia estaba abarrotado de alfas solitarios buscando compañía para aliviar su nostalgia navideña. Habían acudido solos a la función de Navidad pensando en sus hogares... en las madres, padres, hermanos, parejas y amigos que habían dejado atrás en grandes ciudades o en comunidades rurales de extraños nombres. La mayoría de ellos pensaban en fogones familiares, en el pan que hacían sus madres y en sus viejas mascotas, seguramente muertas hacía tiempo. Algunos pensaban en los cachorros que habían dejado y que llegarían en primavera.

Algunos ebrios.

Otros llorosos.

Todos solitarios.

Los triángulos que se oían a los lejos favorecieron el negocio de la prostitución más que ninguna otra cosa desde que se descubriera oro en el pueblo. Mientras sonaban, la marea de alfas solitarios que acababa de ofrecer oro en polvo al niño Jesús, se disponía a destinar el que les quedaba en las bolsas al alquiler de un pecho suave, cálido y compasivo donde poder descansar y aliviar la nostalgia.

Amity Blight se encontraba entre ellos.

La mujer permaneció en el teatro hasta que se apagaron las luces; había visto a Willow marcharse con Boscha; a Emira con su bebé; a Lilith con su familia; al señor Pinet con un grupo de pensionistas. A medida que el lugar iba quedándose vacío, la sensación de soledad en Amity iba en aumento. ¿A quién tenía ella en aquel pueblo, a excepción de aquella omega por quien debía pagar? Maldita Luz con su obstinada indiferencia. El sentido común le decía que debía despreciarla, pero no podía. Después de todo, había decidido establecerse en Bonesborough por Luz.

Sintiéndose miserable por toda la situación, se puso el abrigo y los guantes de cuero, sujetó su bastón y salió a la calle, donde el sonido de la música que llegaba desde la montaña la hizo levantar el rostro hacia el cielo, haciendo más intensa su desolación. Se detuvo un momento y dejó que las notas la estremecieran. En su pueblo había un campanario que daba las horas.

El sonido de las campanas solía despertarla por las mañanas.

Dormían tres en una cama... los gemelos y ella. Siempre escasearon las camas, la comida y el dinero. A veces hasta el amor. Quizá se equivocaba con respecto a eso: tal vez la escasez no había sido de amor sino de tiempo para demostrarlo.

Cuando recordaba a sus padres, se le aparecían en la memoria agotados por el trabajo, sin un solo minuto para conversar con tranquilidad. Su padre trabajaba catorce horas al día, tratando de ganar dinero suficiente para alimentar a su familia. El señor Blight trabajaba como fabricante de baúles en la fábrica de cuero; por las noches, en un diminuto taller detrás de la casa, fabricaba cajas de madera para cepillos en un torno de madera a pedal. A veces afilaba cuchillos y tijeras. Otras, reparaba sillas y otros muebles. O compraba y vendía hueso. Siempre recolectaba grasa y sebo con los que su esposa, elaboraba un jabón amarillo que vendía para complementar los ingresos familiares, que nunca eran suficientes. Fuera cual fuese el trabajo secundario, los gemelos siempre tenían que ayudar. Cargaban madera; vendían virutas para encender el fuego; fabricaban mangos de hueso para cepillos de dientes; mendigaban grasa de desecho de casa en casa; vendían jabón de puerta en puerta y, a medida que crecían, entraron a trabajar en la fábrica de cuero. La única tarea de la que se libraban sus hermanos era la de remover y cortar el jabón, que recayó en Amity.

Cuando Amity cumplió doce años, ya sabía que quería algo mejor que ese círculo vicioso del esfuerzo estéril en que veía sumidos en sus padres. A los treinta años, su madre estaba demacrada y consumida. El carácter de su padre se hacía cada vez más agrio y cínico en relación a sus responsabilidades crecientes.

CUANDO LAS LÁGRIMAS RUEDAN POR TU MEJILLA -BOSCHLOW ADAPTACIÓN- OMEGAVERSE -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora