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«He suplicado que regreses a casa, he encendido una luz para guiar tu camino en medio de ese oasis que nos separa, por favor vuelve y regresame el aliento de vivir»

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«He suplicado que regreses a casa, he encendido una luz para guiar tu camino en medio de ese oasis que nos separa, por favor vuelve y regresame el aliento de vivir»

-Camera's Rolling-

"Agnes Obel"

El viento soplaba suavemente por la ciudad "P", para Wayne parte de este aislamiento que estaba forjando con sus viejas amistades le permitían realizar actividades que había dejado con el paso del tiempo; la universidad le daba poco tiempo para otras actividades fuera de ella y ahora aprovechaba todo esto como parte de su propia terapia.

Se encontraba en el jardín trasero, mientras observaba en el caballete aquel lienzo con múltiples colores fuertes y bajos que iban desde azules, morados y rosados hasta llegar al negro y blanco, su mirada estaba enfocada en los retratos que había dibujado, comenzó a remarcar las finas lineas de los bellos rostros que tenía en ese lienzo, las cuales comenzaban a darle forma a su gran obra maestra.

La historia de ese cuadro posaba un sin fin de sensaciones acumuladas durante estos días, pero en esos momentos un ataque de ansiedad había hecho que la belleza de aquel cuadro y los rostros de sus propias musas terminaran borrados y nuevamente sustituidos por otras técnicas que indudablemente le daban un misterio más a su representación artística. Ahora solo había un impasto de colores opacos en donde se suponía que deberían estar las miradas profundas de sus musas.

En esos momentos muchos habrían pensado que había censurado aquellos bellos rostros, pero ella solo había ocultado la tristeza de sus miradas, y las había protegido de lo que no hubieran querido ver del exterior.

«Su última mirada no será de horror, al menos no verán como todos sufren» pensó al momento de echarse para atrás e hincarse en el pasto. Observó su obra final. Ahora solo podía sentir y podía conectarse con el cuadro mediante gestos de tristeza, seriedad o incluso melancolía que poseían ambas musas, tal vez esa no era la verdadera faceta de ellas, pero Everlot lo interpretaba así, pues cada quien tiene su propia versión de las personas.

Se lamentaba mucho por no haber tratado de mejorar la relación de compañerismo con Jeanne Willis, se culpaba de no haber ido a la casa de Alexandra y ver si estaba bien antes de que ella hubiera desaparecido. Tenía esa sensación de nostalgia, era como si hubiera regresado en el tiempo y en esos momentos al ver los carteles de la cédula odisea de Jeanne estuviera viendo en las fotografías a Alexandra Smith.

Y ahora, las tenía ahí, en ese lienzo con el ceño fruncido y sus labios cerrados en una fina línea que descendía un poco hacia la derecha.

Habían pasado ocho años desde la desaparición de su mejor amiga, y Wayne en esos días pudo imaginarse como sus gestos infantiles habían evolucionado por unos más finos y maduros, mas bella, el cabello largo y dorado que brilla con los rayos del sol y con sus mejillas sonrojadas, tal vez con algunas pecas desvanecidas con ayuda de maquillaje en el puente de la nariz; Everlot sonreía cada vez que imaginaba a una Alexandra de la misma edad de ella. Ese era su ejercicio mental favorito durante los ocho días que habían pasado desde que la noticia del secuestro de Jeanne Willis se esparció por toda la ciudad "P".

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