CAPÍTULO 10: El sabor del deseo.

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Antes de que llegáramos a su apartamento le pedí que pasáramos a un market porque quería unas barras de chocolate y algo de comer. Tengo el maldito antojo de ingerir comida chatarra a altas horas de la madrugada, en mi cocina nunca faltan las galguerías.

Pensaba que por su forma de ser y sabiendo todo el dinero que poseía su apartamento sería demasiado ostentoso, pero no. Era una torre de veintiséis niveles y aunque sí era lujosa, no se veía lo extremadamente cara para un tipo como él. No atravesamos la recepción porque entramos directamente al sótano para que él estacionara su camioneta y subimos por el ascensor que había allí.

Una vez en el nivel veinte no puedo negar que los detalles si eran recargados, el piso estaba completamente alfombrado y las escaleras que recorrían todo el edificio en forma de espiral estaban hechas de una madera envejecida de color nogal. Sólo dos apartamentos por nivel. El de Harry: 2001.

Su puerta no se abría con llave sino con las huellas de su mano derecha, «qué moderno» pensé

Al entrar había un pequeño pasillo con un colgador para abrigos y en él una chaqueta de cuero desgastada de mujer, justo en la sala había un piano blanco enorme junto a la pared de vidrio que la dividía del balcón, unos muebles blancos con cojines hechos en no sé qué tela pero que a primera vista parecían muy cómodos y caros, en una de las paredes estaba incrustada una chimenea pequeña y extrañamente no tenía televisión.

Colocó las bolsas de la compra encima del comedor, éste tenía cuatro puestos y era circular, algo pequeño pero creo que lo suficiente para su vida de soltero.

- Siéntete como en casa. –me ofreció entre que quitaba su corbatín y camisa.

Pensé que se desnudaría y me cogería salvajemente encima del piano o en su cómodo sofá, lastimosamente no, encendió una sutil luz que brotaba de los orillos entre la pared y el techo y le dio fuego a la chimenea.

Me quité los tacones y los dejé en la entrada. Apenada me senté en uno de los muebles y sí, confirmo, no solo con la mirada, es que son realmente cómodos, creo que estaban rellenos en su interior de plumas.

- ¿Quieres algo de música?

- No. –respondí con pena– sólo tengo hambre. –él sonrió.

- Puedes quitarte el vestido. –me ofreció con picardía.

- ¿Todo?

- Lo digo solo para que te sientas cómoda. –aclaró

- ¡Ah! –sonreí– La verdad tengo algo de frío.

Harry desapareció en la oscuridad de otro pasillo que llevaba a una de las habitaciones. Yo esperé sin más que hacer, solo sentada observando una pintura renacentista que había en la pared frente al sofá, tal obra de arte mostrada a una mujer sentada frente a un espejo sostenido por lo que parecía ser un ángel, ella se encontraba desnuda pero siendo tapada por una manta lujosa de color rojo, algo así como la capa de un rey, y aunque dejaba al descubierto uno de sus pechos sus expresiones faciales eran de total admiración, se miraba a ella misma con tal lujuria, con mucho amor y deseo, no había caído en cuenta que detrás de esa dama había otro ángel intentando colocarle una corona delgada y dorada.

Harry emergió de nuevo con ropa en sus brazos.

- Venus del espejo. –expresó al verme contemplar el cuadro– Representa a la diosa Venus de la mitología romana, admirándose en un entorno palaciego.

- ¿Tiene algún significado personal para ti?

- No en específico. –pensó– Tiziano nunca explicó cuál era el significado de su obra, pero muchos atribuyen a que intentaba celebrar la belleza de las formas femeninas, pero otros aseguran que es una crítica a la vanidad.

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