CAPÍTULO 11: Furia dulce.

177 69 0
                                    

Llamé de nuevo a Caroline.

- Estoy por llegar a tu casa.

- Apresúrate, Harry, estoy muy angustiada. –expresó la mamá de Susana.

Aceleré la marcha de mi camioneta vigilando que el velocímetro no superara los cien kilómetros por hora y aunque no lograba despejar a Bice de mi cabeza, su delicado cuerpo, su voz y su boca rosada que deseaba besar con calma para disfrutar el sabor de su saliva, debía concentrarme en lo que importaba ahora: Susana.

Una vez llegué a su casa, bajé lo más rápido que pude y Caroline me esperaba en la puerta.

- Llevo toda la madrugada sin dormir, no me contesta las llamadas ni los mensajes Harry, estoy muy preocupada, ella nunca desaparece así. –expresó Caroline entre que me abrazaba fuertemente y lloriqueaba.

- Se fue con Drake ¿cierto? –le pregunté con enojo.

- Él la busco ayer luego de que la trajeras del trabajo Harry. –me tomó de la mano– No dejes que le haga nada por favor. –asentí y me devolví a la camioneta.

Debía contener mis impulsos causados por la ira. No puedo dejar que me controlen porque las cosas pueden empeorar.

Cuando mi padre estaba vivo solía golpear a mi madre con cualquier cosa. No importaba el dinero que tenía o con cuantas mujeres estaba al día, su maldita actitud de mierda generaba caos en nuestro hogar. Yo sólo podía observar y escuchar desde mi habitación o las escaleras las golpizas que ella recibía. Mi enojo incrementaba cada vez que escuchaba a mi madre gritar del dolor que el saco de mierda le causaba. Lo odio. Aun así, esté muerto, espero que esté pagándola caro en el infierno.

Reducía mi dolor interno por no proteger a mi madre golpeando ciertas cosas: puertas, paredes, etc. Destruía casi todo en mi habitación y a medida que fui creciendo me escapaba en las madrugadas de la casa para romper ventanas y joder cualquier cosa que me recordara al maldito bastardo ese.

En el patio de la casa en la que vivíamos colgué varios sacos de boxeo para poder exprimir toda la furia, y aunque no duraban tanto porque mis manos ya llenas de sangre y dolor no eran suficientes para golpearlos, usaba guantes o bates.

Tengo uno especial, un bate plateado hecho de hierro con un mango envuelto en cuero negro que no uso desde hace mucho tiempo y siempre está descansando cómodo en el asiento trasero de la camioneta.

Tuve que acceder a una psicóloga por petición de mi madre. Carla Morrison. Y aunque sí me ayudó, no logró calmar el demonio que poseo cuando me enojo, debido a que en la tercera cita que tuvimos la follé contra su escritorio de madera. Recuerdo tanto como le gustaba que la nalgueara con sus libros de superación personal, sus nalgas quedaban casi marcadas con los nombres de dichos textos y aun así, con sus nalgas rojas y quemadas, pedía más.

Una vez le solicité que al entrar a su consultorio estuviera desnuda. Que gran sorpresa tuve al momento de acceder a la habitación, pues estaba encima del escritorio enseñando su culo desnudo, atada de manos a la espalda, con un dildo a medio meter en su vagina chorreada de líquidos que se producían de lo mucho que lo disfrutaba.

Recordar a mi psicóloga personal me calmo algo. Encendí el aire acondicionado al máximo y coloqué mis manos con suavidad en el volante de la camioneta; esta sensación de frío me tranquiliza.

Y si se preguntan por qué me enoja que Drake tenga a Susana, es porque es el maldito patán que me recuerda a mi padre. No puedo describir tanto al engendro, pero es un pandillero, ha sido novio de Susana por años y aunque sé que ella no lo quiere, entiendo que está con él por lastima. Siempre ha sido de amenazarla con quitarse la vida si no están juntos y así.

Adicción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora