CAPÍTULO 7: La bella y la bestia.

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Salimos rápido de Marquesina, realmente haber visto a Bice en ese lugar, trabajando ahí, siendo parte del maldito conglomerado al que perteneció a mi padre, me hizo sentir asqueado, supuse que era igual de mierda a los demás, corruptos, controlados por el dinero y que no les importa pasar por encima de los demás con tal de alcanzar la gloria, o al menos esa era la imagen de mi padre y sus amigos. Marco es un ser repugnante, aunque lo estimo, no quiere decir que no me gustaría verlo ardiendo en un pozo de fuego dentro del infierno.

Jalé a toda prisa a Susana para poder llegar en segundos a la camioneta, abrí la puerta del copiloto, la subí y abroché su cinturón.

- ¿La conocías? –no esperó a que ni cerrara su puerta.

- Claro que no, hace mucho no venía a Marquesina, desde que mi padre murió. –cerré y caminé hasta el lado contrario para montarme yo.

- Te portaste algo grosero. –Susana no era estúpida, obviamente notó mi reacción al volver a verla –Si te acostaste con ella en el pasado no está mal. –Ella sentía celos, es muy fácil entenderla; sus rodillas se juntan cuando algo le desagrada y tiene un tic de tocarse suave la nariz cuando está molesta.

- Y si fuese así ¿te importaría? –y claro, también era fácil controlarla. Sé qué decirle para que se calme.

- No es que me den celos. –sí claro, cómo no– Solo no fue la manera correcta de saludarla.

- ¿Por qué sigues insistiendo? –arranqué.

- Harry noté la tensión que había entre los dos, ella ni te saludó. –claro que la notó. Bice es algo descuidada al expresarse delante de varias personas. Se deja llevar por los impulsos, lo hizo con Félix y se repitió hoy. Claro que ese puede ser uno de sus puntos débiles.

- Ya no importa ¿quieres que almorcemos juntos? –cambié el tema de la conversación.

- Sí... me encantaría. –cayó justo en la trampa– y también quiero darte las gracias por lo que hiciste. Así que...–ella sabía exactamente como satisfacerme– necesito que me des tu tarjeta de crédito para prepararte algo en la noche.

- Ojalá me agradecieras siempre. –volteé a verla y noté de nuevo esa picardía en su cara. Espero que en el agradecimiento sí pueda probar el látigo.

Posteriormente de almorzar con Susana y llevarla a un centro comercial para comprar "mi regalo", me envié sólo a mi apartamento. Subiendo las escaleras me encontré con Claus, un cuarentón que vivía frente a mí, era algo raro pero buena gente, barrigón quizá por la gran cantidad de cerveza que bebía y una barba considerablemente larga y canosa. Una vez dentro, encendí mi laptop en la habitación para realizar unas búsquedas que tenía pendiente.

Empecé.

- Tu nombre es completamente raro –comencé a murmurar– Beatrice Colter, no hay muchas así en la ciudad, así que supongo será fácil encontrarte. Los primeros vistazos, claro está, los haré en las redes sociales. –bingo– Cuentas públicas, presumo que no quieres esconder secretos. Naciste en Londres, bueno, para ser más específico en Croydon. –accedí a su información personal– Una hermana llamada Fleur Colter, ¿en serio Fleur? –pensé detenidamente, sus padres fueron muy malos con sus nombres– vives sola aquí en Liverpool y estudiaste en la universidad de las artes de Londres, titulada en diseñadora de modas con muchas medallas de premiaciones. –lo deduje al ver sus fotos en dicho lugar– Iniciaste una maestría en artes y te gusta escribir. –publicaste un relato erótico: un desconocido en un bar.

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