Al despertar me encontraba algo aturdido, la luz me cegaba directamente y mis oídos estaban muy agudizados. La jaqueca comenzaba a germinar perezosamente hasta florecer con una extrema migraña. Llevé mis manos al rostro para estirarlo y masajear bruscamente mis ojeras. Sentía que debía seguir sumergido en un profundo sueño olvidando el mundo externo.
Cobré fuerzas para levantar mi moribundo cuerpo y sentarme en la cama. Observé la escena; el cuarto completamente desordenado, el reproductor de música aún seguía encendido pero con el volumen mínimo, mi ropa estaba tirada y enredada junto a los pantalones de Susana, su ropa interior por toda la habitación; sus pantys en mi escritorio, las medias veladas colgando de las manecillas de las puertas de los closets, una escena de sexo sin cuidado.
"Pasó de nuevo" pensé.
Me gustaba acostarme con ella, era una fascinación. Pero odio hacerlo cuando estoy lleno de drogas. Es un sexo que nunca voy a recordar, como una poesía jamás contada.
Volteé mi mirada hacia la izquierda, lo primero que llamó mi atención fue el color pálido de sus nalgas, tan redondas y gordas, si aplicamos el estereotipo social que se tiene de la mujer perfecta, ella lo cumple. "Debería gozarla" supuse, pero algo me detuvo.
Necesitaba algo que calmara el fuerte dolor de cabeza que me atormentaba. Me aparté de la cama y al separar mi pantalón de entre la ropa tirada un frasco a medias llenado con un polvo blanco se deslizó de la camiseta de Susana. No suelo guardar la cocaína de esa manera, de hecho ningún tipo de sustancias las empaco así. No consideraba que pertenecieran a Susana, entonces lo recogí para examinarlo; alrededor de su curvo y transparente cristal se leía una palabra en tinta negra.
"TE-126"
Nunca había leído esas iniciales en ningún tipo de sustancias.
Mi teléfono celular empezó a sonar levemente, así que estiré mi brazo para apagar el reproductor de música jalando el delgado cable blanco del tomacorriente. Entre la histeria que sucedía en mi mente logré concentrarme para guiar a mi oído al sonido del timbre. Me agaché dejando que las palmas de mi mano disfrutaran del suave tacto de la alfombra persa de color grisáceo con figuras geométricas en tonos oscuros que cubría todo el suelo de mi habitación. Lo encontré al lado de uno de los soportes de la cama, en la pantalla aparecía un nombre que no esperaba: Marco Torricelli.
- ¡Harry! –escuché a la esposa de Marco gritar apenas llevé el teléfono a mi oído.
- Amelia. –respondí con fastidio.
- ¡Está muerto! ¡está muerto! –gritó sin cesar.
Algo dentro de mí entró en shock, un frío me recorrió desde la punta de los dedos de los pies hasta mis vertebras, si he de realmente suponer que Marco está muerto, estoy jodido, él era la única forma en la que podía lograr que el restante de mi dinero no se fuera a la mierda.
- ¿Qué carajos dices?
- Lo encontré tirado en la sala en su silla de descanso, está botando espuma blanda por la boca y no responde Harry.
- Amelia llama a la policía enseguida, ya voy de camino. –colgué y de tantas emociones juntas vomité en mi piso alfombrado.
Minutos después.
No supe de qué manera logré llegar tan rápido al lugar de la escena, observar a Marco esparramado en su sofá, siendo la escena del crimen, inerte, sin emociones, me hizo entrar en una profunda euforia.
Corrí hasta el patio de su casa y golpeé el suelo con una de las sillas que usaban para tomar el té, la destrocé y grité maldiciendo al cielo.
Inmediatamente un oficial de la policía se acercó a mí e intentó calmarme, accedí a sus mandatos y me senté en el borde que separaba el suelo de la casa del verde pasto del patio.
El efecto de la droga aún mermaba en mi cerebro y recorría químicamente mi sangre, no lograba asimilar lo que sucedía en ese momento. Saqué mi celular del bolsillo para observar la hora, necesitaba distraer mi mente; desvié la mirada hacia la izquierda y encontré una pelota de goma con espinas, era de Scott, un pequeño Beagle que era el acompañante de Amelia en sus noches de soledad. Apreté la pelota y comencé a contar cada una de las espinas que ésta tenía.
Todo estaba jodido, si Marco murió lo más probable es que la junta de Marquesina busque un nuevo presidente que no sea del país para que no se vea involucrado con este desastre.
Tendré que buscar otra manera de como invertir acciones en algún lugar en el qué yo las pueda controlar. Marquesina acababa de quedar fuera de la lista.
Regresé la mirada a mi teléfono, revisé las últimas llamadas y marqué el segundo número que registraba.
- ¿Qué quieres Harry?
- Marco murió. –colgué.
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Adicción [+18]
RomanceDos mujeres intentan unir el amor desenfrenado con el sádico trato sexual que reciben por parte de su príncipe azul, creando así un cataclismo de emociones que producirán un deseo desesperado por querer ser el tipo de sumisa ideal para él. No obstan...