CAPÍTULO 1: ME CHANTAJEAN POR CULPA DE UN LIBRO*

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No acababa de acostumbrarme a aquella familia. Para ser honesta, aunque los Meyer me proporcionaban todo aquello que necesitaba para vivir, nunca les había encontrado demasiado apegados a mí.

Quizás eso era lo malo de ser la única artificial en una familia de humanos, no acabar de encajar nunca.

Los Meyer eran mis padres biológicamente hablando, mis células compartían su mismo ADN; pero al haber sido alterada por los científicos que me crearon, no me reconocían como su verdadera hija.

Y eso, se debía a la ley número 221 del "Código de conductas y relaciones entre humanos y artificiales."

Toda aquella pareja de humanos que quisiese tener sus propios hijos humanos, debían acoger a un artificial también.

Esa pareja debía educar y criar al bebe artificial hasta que sobre sus quince años, tuviese que comenzar la formación que su color requería.

Por supuesto, en vez de pagar justamente a los artificiales por sus oficios, el dinero se destinaba a las familias que estaban criando a los jóvenes artificiales. De este modo, se recompensaba a las familias y no a los trabajadores.

¿Si aquello era justo?

Desde luego que no lo era.

Los artificiales salían perdiendo siempre, pero como debíamos lealtad al país que nos había creado, no podíamos quejarnos. Y así sucedía con prácticamente todo.

También he de decir que los Meyer eran religiosos, no creían en la ciencia como creadora de vida, sino en el poder divino. Además, tenían otros dos hijos, Drake y Emily, a quienes profundamente adoraban.

Drake me asustaba, tenía un aspecto gigantesco y desproporcionado a su edad; mientras que Emily era simplemente perfecta. Y para tener solo unos años menos que yo era bastante guapa. Tenía un precioso cabello pelirrojo y unos ojos de un intenso color caramelo.

Yo era en cambio muy diferente, con ojos y cabello morado; pero aun así compartíamos la misma nariz y los mismos pómulos.

La cena de aquel día comenzó como cualquier otra, con un completo silencio.

Nadie quería mencionar el tema, pero pronto dejaría esa casa para poder comenzar mis estudios.

Y no quedaban apenas dos semanas para ello.

Drake estaba muy contento con la situación, por fin se libraría de mí; mientras que Emily estaba más sensible, nos habíamos criado como hermanas y ella era la única en aquella casa que me veía como algo más que un simple experimento.

Y los Meyer, en definitiva, estaban indiferentes con la situación, como si quisiesen decir al mundo que ya habían cumplido su parte del trato.

-Cuando Kaya se marche, ¿podré quedarme con su habitación? Me vendría bien el ático para guardar algunas cosas.
Drake estaba jugueteando con el tenedor con sus enormes manos, balanceando su trozo de bróculi de un lado a otro del plato.

-Drake, no digas eso. Es su cuarto, no el tuyo.
Emily siempre salía en mi defensa. Y como siempre, era la única en aquella casa.

-Siempre tendrás un hogar aquí.
Dijo la señora Meyer con una voz monótona mientras se servía agua.

La señora Meyer hacía ya mucho tiempo que había dejado de mirarme a los ojos; y cada vez que por accidente establecía contacto visual ellos, retiraba su mirada inmediatamente, como si tan solo mirarme fuese considerado de mala educación.

-Pero no tiene que ser el ático. Además no creo que vaya a volver. Casi ningún artificial vuelve nunca. –Parecía que con esta frase había conseguido llamar la atención de todos los comensales-. Y el ático sería el lugar perfecto para guardar mis piezas de motores y mis herramientas, podría convertirlo en un taller.

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