CAPÍTULO 5: SE OYE UN DISPARO EN EL BOSQUE*

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El comedor estaba repleto de artificiales, pero a diferencia de aquello que estaba acostumbrada, todos ellos se encontraban mezclados.

-¿Que estás mirando? -preguntó Christine.

-Nada, solo me fijaba en que no están separados por colores.

Puso los ojos en banco como si aquello que acábese de decir fuese una completa estupidez.

-Pues claro que no estamos separados por colores. ¿Si nos mezclan en las habitaciones porqué nos iban a separar en el comedor? Ahora coge una bandeja y sígueme.

La comida que me sirvieron no se parecía a la que estaba acostumbrada a comer en casa, ya que si en algo destacaba la señora Meyer era en la gran habilidad que tenía en la cocina.

Christine me guío entre la multitud hasta una de las mesas.

-¿Te encargas tú de ella? -le pregunto a una de las rojas que estaban sentadas allí.

Asintió con la cabeza y Christine se marchó.

Y allí me dejó mientras aquella chica me miraba con sus grandes ojos rojos.

-Soy Carol, encantada.

-Esto... Yo soy Kaya.

-Sí, ya he oído hablar de ti. Eres la nueva.
¿Quieres sentarte con nosotros? –dijo mientras apartaba ligeramente hacia atrás la silla que tenía a su lado-.

Para ser sincera, ella parecía la persona más amable que había visto desde que había llegado a allí, así que no pude rechazar su ofrecimiento y me senté enseguida.

-Supongo que todavía estarás muy desconcertada. La verdad es que a mí me costó mucho adaptarme a Underwoods, digamos que aquí siguen otro estilo de vida a la que estarás acostumbrada. Pero que conste que nos divertimos mucho más.

No me había dado cuenta de que cada vez que Carol sonreía, sus ojos rojos resplandecían. A los humanos esto les asustaba y por ello los rojos solían ocultar su mirada con gafas de sol.

Mastiqué aquello que llamaban puré de patatas; pero que en realidad tenía algún que otro grumo, lo que lo hacía difícil de digerir.

-¿Y con quien te ha tocado compartir cuarto? Es decir, todos compartimos menos Ian. Digamos que él intimida bastante y normalmente sus compañeros solicitan el cambio de habitación. Nunca me he fiado de él, sé que oculta algo. Y te lo dice una roja, el instinto casi nunca me falla.

-Todavía no conozco a mi compañera de cuarto.
Y en realidad creo que Ian no es tan malo como lo pintáis todos, no sé, debajo de ese caparazón puede haber un buen chico.

-¿Y cómo has deducido todo eso tan deprisa?

-He estado hablando antes con él y me ha dado esa impresión. Se me da bien calar a las personas, eso es todo. Aunque también creo que oculta algo, aunque no se todavía el que.

Tras decir aquello note como las cabezas del resto de comensales de la mesa empezaron a mirarnos, cada vez más interesados en nuestra conversación. Busque a Ian entre todos los artificiales que se encontraban en el comedor. Estaba comiendo solo, en la última mesa. Y si, en aquella mesa había otros cinco sitios libres, pero parecía que nadie quería sentarse a su lado, incluso estando el comedor a rebosar.

-¿Y por qué es el único fucsia que hay por aquí?

-Ya sabes, a los locos verdes no se les llama dementes sino genios, innovadores o visionarios. Por desgracia la locura vende más cuadros, y por ello, en vez de estar aquí están en sus mansiones.

ArtificialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora