El viento golpea con fuerza contra las ventanas del comedor y debo admitir que eso me asusta un poco, más aún teniendo en cuenta que en tan solo media hora debo estar en la puerta de los Hamilton, y no tengo ningún coche que me permita evitar la caminata. El cielo en Wimbledon ha vuelto a cubrirse de una gran capa de nubes negras, habiéndonos permitido disfrutar del sol solo hasta terminada la clase de Gimnasia, lo cual agradezco; con las bajas temperaturas que nos deleita el invierno durante estos meses, las clases de la profesora Murphy pueden llegar a ser una verdadera tortura.
Taylor Swift resuena en mis oídos cuando una pequeña bola de papel golpea contra mis piernas, lo que me hace levantar la vista de mi libro, encontrándome al otro lado de la sala con la oscura mirada de Matt. Me saco uno de los auriculares y lo miro con el ceño fruncido.
-¿Estás segura que vas a andar bien? Lo siento por insistir, pero no me gusta nada que tengas que ir a esa casa, Scar-. Puedo sentir una pizca de preocupación en su voz; se endereza en el sofá, dejando de lado el cuaderno con los ejercicios de Matemáticas y apoya los codos sobre ambas rodillas, encorvándose levemente hacia adelante, clavando sus ojos en mí.
Hoy hemos hecho la vuelta del instituto caminando y tomé la oportunidad para hablar con él sobre la escenita que montaron con Aiden en la puerta de casa. Ahora tiene mucho más sentido que hubiera querido partirle la cara por haberse aparecido aquí tan a la ligera, teniendo en cuenta los antecedentes que tiene respecto de su comportamiento conmigo. El sábado, luego de la fiesta, Astrid se ha encargado de contarle, de principio a fin, todas las que me ha hecho y Matt, por supuesto, con el bendito genio que le ha tocado no pudo evitar querer hacerlo pedacitos.
Apoyo "De Sangre y Cenizas" sobre la pequeña mesa de vidrio que tenemos de por medio y pongo pausa a la música.
-No tienes nada de qué preocuparte. Ya te lo he explicado de camino aquí; Aiden sabe que ya no puede molestarme, y de todas formas ni siquiera estará en casa mientras cuide de las niñas. ¿Está bien? - le digo, acomodándome sobre el sofá para quedar enfrentada a él.
Sus pequeños rizos se mueven frenéticamente cuando sacude la cabeza, y chista.
-No puedo creer que confíes en él después de todo.
Me paso las manos por el rostro, frustrada, y bufo. Cabeza dura.
-Matt, Aiden puede ser un verdadero idiota cuando se trata de mí, pero jamás me ha mentido. Ya déjalo estar, ¿si? Pronto termina el curso y no nos volveremos a ver, creeme.
Lo miro con atención, recorriendo cada centímetro de su rostro, esperando que con algún gesto indique que lo hará. Entonces levanta su mirada de la alfombra y sus ojos, inyectados de cientos de dudas, se me quedan viendo atentamente.
Sé que el problema no soy yo, que es Aiden de quien desconfía, pero no le quedará más remedio que aguantar las cosas como son.
-Bien. Pero, eso sí, como vuelva a fastidiarte con lo más mínimo pienso poner en marcha un plan para hacerlo desaparecer definitivamente.
Ruedo los ojos y me echo hacia atrás, dejando apoyar mi espalda contra los grandes almohadones color beige, y me cruzo de brazos.
-Ni en broma, Matthew. Los quiero a ambos lejos uno del otro- le advierto.
Él toma la misma posición que yo y, sin emitir sonido, mueve sus labios exageradamente a modo de burla, copiando las últimas palabras que le he dicho. Ofendida, e ignorando su presencia, vuelvo a tomar mis auriculares y mi libro, lo que parece causarle gracia al muy idiota. Le muestro mi dedo de en medio, y acomodo mi espalda otra vez contra el apoyabrazos, estirando mis piernas a lo largo del sofá, ahora quedando de costado a él.
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Hasta el alma
JugendliteraturDespués de tres años de su mudanza a la ciudad de Wimbledon, Inglaterra, Scarlett ya no está dispuesta a seguir soportando el molesto e inaguantable comportamiento que Aiden ha tenido con ella desde que puso un pie en MacQuoid. Y Aiden, por su parte...