Para cuando Matthew vuelve a hacernos compañía las fieras ya se han calmado. Pasamos el resto de la mañana hablando y, milagrosamente, Astrid no hace ningún comentario fuera de lugar que pueda llegar a sacar a Rose de sus cabales ni despertar en Matt su poder de seducción. De igual manera, sé que As no habla del todo en serio y también que él no intentará nada con ellas; desde que me mudé a Wimbledon nunca dejamos de escribirnos y creo que, después de todo lo que le he ido contando a lo largo de los años, las conoce igual o casi tanto como lo hago yo. Él es parte de mi familia, y sabe que mis amigas son lo más importante que tengo aquí, no puede echarme a perder eso. Sé que suena egoísta, pero también sé que Matt lo único que busca es divertirse un rato y que, por más que Astrid vaya a bromear todo el tiempo con ello, ninguna de las dos está preparada para eso.
Ya es mediodía cuando mi estómago comienza a pedir a gritos comida. Ninguno tiene ganas de cocinar y afuera se ha desatado una tormenta tan fuerte que parece que el cielo se nos va a caer encima en cualquier momento, así es que nos decidimos por pedir unas pizzas.
-Que asco de clima tienen en este país, en serio- nos dice Matt, mirando horrorizado por la ventana-. Sin ofender.
-No te preocupes. Y lo mejor es que nunca te acostumbras. El 99% de la población piensa igual que tú, y ese 1% que resta son Scarlett y mi padre, que creo que son las únicas personas aquí que ven algo hermoso en este clima deprimente- le dice As con total naturalidad, llevándose una porción de pizza a la boca.
-Es que, justamente, tu padre y yo somos únicos- bromeo.
-Si, ya lo creo- me contesta con una pizca de sarcasmo, todavía con la boca llena.
Le saco la lengua, ofendida, y ella responde a mi gesto tirándome un beso en el aire.
-Y tú.- Corro mi vista hacia Matt, llamando su atención-. Hablamos mucho, pero aún no me explicas como es que terminaste aquí.
-Bueno, siempre hablamos de que viniera hacer el último año de instituto aquí contigo, pero fue un poco difícil convencer a mis padres de que me dieran permiso para hacer el viaje, así que hablé con William a finales del año pasado esperando que él lograra convencerlos, y lo logró. Pero para cuando ellos aceptaron que yo viajara ya estábamos en octubre, así que tu padre se encargó de contactar al director del instituto y después de haber insistido un poco logró que me permitieran ingresar el segundo semestre.
-Y es que ambos sabemos que tus padres pueden dejarte ir a la luna si quieres, siempre y cuando cuenten con que mi padre estará allí.- Matt apenas ríe-. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
-No sabía si me dejarían hacerlo y, además, quería que fuera sorpresa, así que lo mantuve en secreto.
De reojo veo como Rose no le quita los ojos de encima, y parece concentrada, como si lo estuviera analizando. Cuando gira su rostro hacia mí y se da cuenta que la he cachado, sus mejillas se tiñen de rosado, situación ante la cual no puedo evitar sonreír con gracia.
-Debo decir que tú y William guardaron muy bien el secreto.
De golpe, un fuerte estruendo resuena por toda la casa y las luces se apagan.
-Genial- mascullo por lo bajo.
-Diganme que no es esto lo que me espera para el resto del año porque no sé si lograré aguantar hasta el final del curso- bromea Matt, haciendo un bollito con el papel de cocina y encestándolo en la caja que hasta hace unos minutos estaba llena de pizza, pero en la que ahora no quedan más que migas.
-No te preocupes, vas a sobrevivir; no es normal que haya tormentas tan fuertes. Debe ser tu regalo de bienvenida- le digo en broma, dejando caer mi cabeza sobre el respaldo del sillón, deseando que la luz vuelva rápido.
El cielo está casi negro y la iluminación en la sala es escaza. Además que la calefacción también se ha apagado y no creo que la casa tarde mucho más en enfriarse, lo que no creo que vaya a poder soportar demasiado rato.
-Oye, igual y creo que acabo de conseguirte un regalo de bienvenida muchísimo mejor- Astrid sonríe sin despegar los ojos de su celular, el cual no ha parado de sonar desde que llegó el chico del delivery.
- ¿De que hablas? - le pregunta Rose confundida, inclinándose sobre la pantalla del móvil. El verde agua se pierde de sus ojos cuando los pone en blanco, y niega con la cabeza-. Olvídalo, As.
Matt se pone de pie enseguida y camina hacia Astrid para tomar asiento entre ella y la pecosa.
- ¿Qué es lo que tienes, rubia? - le pregunta interesado tras caer con pesadez a su lado.
As sonríe con picardía levantando su vista en mi dirección, y automáticamente sé que nada bueno está por salir de esa boca.
-No sé qué será, pero ya te digo que no, de ninguna manera- me niego, poniéndome de pie, lista para levantar los restos de comida de la mesa.
Seguro que lo que está tramando dista mucho de ser algo inofensivo y, si es así, Matthew no durará ni un segundo en sumarse al plan. Los conozco demasiado a los dos, casi que hasta como si los hubiera parido yo misma.
- ¡Vamos, Scar! No seas aguafiestas. Ni siquiera me dejaste hablar- se queja Astrid, haciendo puchero.
Matt me mira expectante desde el otro lado de la sala, esperando que ceda ante su insistencia, y Rose se mantiene callada, pero me lanza una mirada que me pide a gritos que no la deje emitir palabra.
-Bien. Suéltalo.
-Fiesta en lo de Alisa.
¿Cómo no?
-Esperaba algo mejor- acota Matt, ligeramente decepcionado.
-Olvídalo- hablo al mismo tiempo que Rose carraspea nerviosa cuando el hombro de mi amigo roza levemente el suyo.
Nada, absolutamente nada de todo esto va a terminar bien.
-¡Por favor, te lo ruego! No nos cruzaremos con nadie que no queramos- Astrid intenta convencerme, pero sus palabras no me influyen en lo absoluto-. Dicen que va a ser grande; va a ir muchísima gente. La ha organizado el equipo de rugby, y seguro que Zack está involucrado. Esa zorra solo pone su casa, ¡por favor!
-Bueno, yo creo que podría ser una gran oportunidad para ponerme al día con mis nuevos compañeros, ¿no crees, Scar? - agrega Matt, dándole su apoyo.
-Yo creo que sí. Definitivamente hay que ir. Su casa es prácticamente una mansión y dicen que va a haber mucho alcohol.- Los ojos de Astrid irradian emoción cuando habla.
Si sigue insistiendo le revolearé el cartón de la pizza por la cabeza.
-As, no podemos obligarla. Ya déjala en paz- le dice Rose, poniéndose de mi lado.
-Pero, ¿y tú por qué no quieres ir? - me pregunta Matt, observando como hago malabares para poder agarrar todos los vasos, la botella vacía y los restos de pizza.
-Primero que nada, no me vendría mal un poco de ayuda- les reprocho, mirando como un pedazo de queso cae sobre la alfombra. Rose se para a socorrerme mientras los otros dos siguen con su especie de protesta, intentando meterme en la cabeza que nada malo va a suceder si voy a esa maldita fiesta-. Y segundo, esa chica me odia, y yo a ella. Inclusive, ya debe haber cavado mi tumba en su jardín; solo debe estar esperando el momento perfecto para enterrarme.
-No seas dramática, Scar. Sabes que yo la detesto igual o incluso más que tú, pero puede que ni siquiera nos la crucemos; ese lugar es tres veces más grande que este. Por favor.- La muy cabeza dura no parece que vaya a desistir-. Además, todos estamos invitados. Si te niegas a ir, le diré a Zack y vendrá a sacarte a rastras de tu casa.
-No seas así, As. Sabes cómo son las cosas con ella. Y, de todas formas, si es como dices, el mensaje solo te llegó a ti, así que nosotros no estamos invitados.
Mi móvil vibra sobre la pequeña mesa ratona cuando la última palabra sale de mi boca y la pantalla se ilumina; todos podemos ver el nombre de Zack entre las notificaciones más recientes.
Los labios de Astrid se curvan en una sonrisa radiante y salta del sillón dando pequeños aplausos.
-Entonces, ¿qué nos vamos a poner?
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Hasta el alma
Teen FictionDespués de tres años de su mudanza a la ciudad de Wimbledon, Inglaterra, Scarlett ya no está dispuesta a seguir soportando el molesto e inaguantable comportamiento que Aiden ha tenido con ella desde que puso un pie en MacQuoid. Y Aiden, por su parte...