-¿Qué te ha pasado esta mañana que llevas esa cara, pequeña gruñona? .- Mitch me mira con sus grandes ojos grises, tomando asiento en la mesa de mi pupitre vecino, y ruedo los ojos en respuesta. Me dejo caer sobre el respaldo de la silla y levanto mi rostro otra vez, enfrentándome a una mirada cargada de diversión.
-Mitchell Morgan, puedes ser tan molesto cuando te lo propones- gruño entre dientes.
Acaban de informarnos que la profesora Path no llegará a tiempo para la primera hora, por lo que me siento enormemente agradecida. De lo contrario, posiblemente hubiera tenido que sufrir un tortuoso sermón frente a toda la clase por mi llegada tarde. Pero, ahora que tengo a Mitch indagando sobre mi asqueroso humor mañanero, definitivamente consideraría como un milagro del cielo que la profesora entrara en este momento por la puerta.
-Lo sé, cariño, por eso me amas- me dice con la voz cargada de soberbia-. Ahora anda, dime, ¿qué te ocurre? No sueles tener esta cara a menos que te hayas cruzado con el morocho del fondo- y con un gesto de cabeza señala a Hamilton, que se encuentra unos pupitres más atrás que los nuestros, y una expresión acusadora se adueña de su rostro.
-Es que es tan odioso. ¿Es posible que una persona logre irritarme tanto?.- Mitch suelta una carcajada, dejando a la vista su perfecta y blanquecina dentadura, y niega con la cabeza.
-¿Cuanto apuesto a que ustedes dos terminan juntos? ¿Mil euros? ¿Dos mil?
-Oh, cierra la boca, Mitch. Ni en un millón de años saldría con él. Sabes que me las ha hecho todas. No digas tonterías.
El rubio juega con sus cejas pícaramente, como si mis palabras solo fueran un chiste. Suelto un bufido y me giro sobre mi asiento, quedando de costado. Me inclino hacia él y, entrecerrando mis ojos, los clavo sobre los suyos-. Si algún día me ves hablando maravillas de él, por favor encárgate de encerrarme en un manicomio.
Él pone los ojos en blanco y hace un globo con su chicle, explotándolo frente a mi rostro. Asqueada, me enderezo rápidamente, pero, por la brusquedad con la que lo hago, casi caigo de espaldas al suelo.
-Amiga, eso estuvo cerca.
Veo a Megan estirando su cuello desde el asiento del pupitre trasero, cuando logro encontrar un equilibrio y Mitch me ayuda a enderezarme. Ambos ríen, e inevitablemente me sumo a ellos, no sin antes darle un golpe en la pierna al culpable de mi casi desnucamiento.
-¡Hoy te dijeron que dejaras de hacer el ridículo, Adams! ¡Te humillas sola!
-Oh, cállate, Peter. Nadie pidió tu opinión al respecto- me defiende Mitch, lanzando una mirada asesina hacia el fondo del aula.
-Esto no es contra tí, Mitchelle. Relájate- le dice Aiden, saliendo en defensa de su primo.
Claro que no, si su problema en este colegio es solo conmigo.
-Pero si se siguen metiendo...- Levanto mi mano en el aire interrumpiendo a Mitch, indicándole que se calle, y me pongo de pie. Ya no tiene por qué seguir haciéndoles frente por mí.
Cuando me doy la vuelta, quedando de frente al grupito del fondo; media clase se ha callado, y la otra mitad siquiera se inmuta de lo que acaba de pasar.
- ¿Tú tienes algo para decir, Scarlett? - pregunta Aiden, frunciendo el ceño, y se cruza de brazos. A pesar de la postura que acaba de tomar, parece sumamente entretenido con mi intervención en la escena.
Junto a él está sentado Peter Myers, que me mira expectante, como si estuviera esperando alguna reacción de mi parte. Y detrás de ellos está Noah Salvin, mirándome como una jauría de lobos hambrientos a los que acaban de colocarle un cordero adelante y están ansiosos por atacar.
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Hasta el alma
Teen FictionDespués de tres años de su mudanza a la ciudad de Wimbledon, Inglaterra, Scarlett ya no está dispuesta a seguir soportando el molesto e inaguantable comportamiento que Aiden ha tenido con ella desde que puso un pie en MacQuoid. Y Aiden, por su parte...