Capítulo 5

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            Hoy es un gran día. Es el cumpleaños de mis sobrinos Enzo y Eros. 23 años. Cómo pasa el tiempo. Parecía que fuese ayer cuando estábamos todos esperando en el hospital. Los primeros nietos de mis padres. Mis primeros sobrinos. Fueron los mimados de toda la familia. Bueno creo que a pesar de no ser los únicos, siempre serán un poco mimados.

Mi madre ha abierto solo por la mañana para tener la tarde libre y ha organizado una merienda cena con toda la familia en casa.

Ya estamos todos por aquí. Lucía no hace más que escribir por el móvil. Creo que tiene un nuevo ligue. Desde lo que pasó con Miguel el otro día. Me cuenta todas sus movidas, como las llama ella. Se enfadó con su amiga Vanesa porque se ha liado con el famoso Miguel, al día siguiente de que lo dejara con mi sobrina. Un listo el tal Miguel. Pero mi sobrina no pierde el tiempo. Tontea mucho con uno de los mecánicos compañero de Carlos. Tiene 20 años, muy mayor para ella. Pero es que ella piensa que los de su edad son retrasados. Y bueno reconozco que los que yo conozco, muchas luces no tienen.

Estamos cenando en el jardín. Mi madre se ha esmerado mucho. La cena la ha preparado Eros que cocina que te mueres y el postre es de Enzo. Como siempre mi hermana Azucena y Germán casi ni se hablan. Discuten una y otra vez y luego se van como si nada. Maca hoy ha venido sola. Silvio está enfermo y los niños están por aquí jugando. Los niños se quedarán a dormir aquí, en casa de mi madre, que adora que los niños duerman con ella. Alfonso ya va medio borracho y dice que se queda a dormir en mi casa. No quiere estar con mi madre, que cualquiera la aguanta sus sermones sobre el alcohol. Carlos dormirá con nosotros también y los chicos se irán de fiesta a Madrid. Lucía que ya se considera mayor quería irse con ellos, pero sus padres no la han dejado. Y tienen razón, además que no podría entrar en ningún lado. No tiene los dieciocho, aunque según creo, tiene un carnet falso de esos que tiene los chavales, para que les vendan alcohol. De verdad espero no tener hijos nunca. Le ha tocado llorar desconsoladamente. La historia de siempre, la verdad.

Tras la cena, los chicos se han ido y mis hermanos se vienen conmigo en el coche a casa. Alfonso está muy pesado. Que si Rebeca esto, que si Rebeca lo otro.

— La he escrito y no me ­contesta — lloriquea

— Menos que te va a contestar si eres tan llorón. Normal que quiera estar con su marido. Eres muy pesado. — le suelto una colleja a Carlos. Es un insensible y un burro. Menudo consuelo para su hermano.

— Insensible de mierda — Alfonso sigue llorando.

— Trae — Carlos le quita el móvil de las manos — Pesado de mierda. Deja de llorar — se gira para mirarle. — Alfonso, esa mujer no vale nada. Está durmiendo todas las noches con su marido. Necesitas alguien que te ponga por encima de todo lo demás. Porque tú eres un tío de puta madre. Y ella no lo hace porque solo le interesa la pasta. Pasta que tú no tienes. Déjala ya. Se pone a teclear en el teléfono de Alfonso sin parar.

— ¿¿QUÉ HACES?? — Alfonso tiene los ojos abiertos de par en par.

— Arreglándote la vida. Me lo agradecerás.

Le doy un manotazo y le hago soltar el teléfono. —Deja de hacer el gilipollas Carlos. No hagas tonterías. —Alfonso se lanza hacia delante y se golpea al girar yo el coche. —Alfonso ¡Joder!, siéntate en tu sitio. Vas a provocar que tengamos un accidente.

— ¿¿QUÉ COJONES HAS HECHO CARLOS??

— No ha hecho nada Alfon — le digo.

— Le he mandado un mensaje a esa golfa, con lo que deberías haberle dicho hace mucho tiempo.

— No me jodas — Alfonso berrea mientras sigue llorando y se echa las manos a la cabeza. Menudo viajecito me está dando.

— ¡Joder Carlos! ¿Por qué le jodes de esa manera? — Le digo yo.

Enséñame a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora