La luz me molesta en los ojos, me despierto con un olor dulce. Me voy a mover, pero noto calor y un peso sobre mí. Miro y veo que Lola está abrazada a mí, con su cabeza sobre mi pecho, babeándome. ¡Genial! Hecho la cabeza hacia atrás. Lejos de estar molesto o asqueado, me siento bien. Me gusta esta sensación. Podría quedarme aquí más tiempo. Todo el tiempo del mundo en realidad. Me incorporo un poco quitándome el peso de su cuerpo y me apoyo en el cabecero. Siento un frío anormal sobre mi piel. Miro el reloj, son las 8 de la mañana. Genial en España serán las 9 de la noche. Aprovecharé para llamar a mi madre. Traigo hacia mí el portátil que está en la mesilla, lo abro y llamo. En la pantalla aparece mi madre.
— Hola mamá —mi madre lleva sus gafas de pasta de siempre.
— Hola gordo. ¿Cómo estás por Hawái?
— Recién levantado, son las 8 de la mañana.
— Vaya se te han pegado las sábanas ¿Eh? — mi madre sabe de sobra que yo más tarde de las 7 de la mañana no suelo levantarme. Y es cierto, se me han pegado las sábanas. O Bueno las manos a la piel de Lola. Mejor no pensarlo, porque tengo una erección de caballo, en parte porque acabo de despertarme y en parte por haber dormido abrazado a una mujer, bueno a Lola.
— Sí, un poco.
— ¿Qué tal el vuelo? No me gusta que vayas a sitios tan lejos, son muchas horas. Y luego vienes con el cuerpo del revés.
— Mamá, no es para tanto — Entiendo su preocupación, pero me da rabia que a veces me saque estas cosas y me haga sentir mal.
— Déjalo en paz yaya — se oye la voz de Enzo de fondo.
— Tú sigue a tu videojuego y déjame hablar con mi hijo en paz.
De repente noto que la cama se mueve. ¡Mierda! Lola. Tendría que haberme ido de la habitación.
— ¿Hola? — mi madre saluda, miro por detrás de mi hombro y veo a Lola con pelos de loca, el rímel corrido pero preciosa de todas formas y sonrío como un estúpido.
— ¿Hola? — Lola me mira desconcertada.
— Perdona, tendría que haber salido. Pensé que no te despertarías. Es mi madre — miro a Lola y después la pantalla. Mi madre la sonríe y me mira.
— Mamá ella es...
— ¡Lola! — mi sobrino Enzo se asoma por detrás de mi abuela. ¡Joder! Qué vergüenza — ¿Te estas poniendo rojo tío?
— Déjame en paz.
— ¡Hola Enzo! — Dice una más despejada Lola mientras se restriega los ojos.
— Hola, yo soy Rosario, cielo. Un placer conocerte Lola.
— Es mi compañera, la nueva piloto.
— Oh, la sustituta de Bryan. Vaya.
— Oye Lola — Enzo se cuela en la conversación de nuevo — No nos habías dicho que trabajabas con mi tío.
— Ya bueno yo... esto — se está poniendo la pobre como un tomate. Menudo marrón.
— Bueno dejadla en paz. Voy a colgar. El vuelo ha ido bien y volveremos pasado mañana. Venga besos para todos.
— Pero hi...
Cuelgo, menudo marrón, menuda vergüenza y menudo todo.
— Lo siento. De verdad pensé que no te ibas a despertar todavía.
— Tranquilo — se pone de pie sobre el colchón y comienza a estirarse — He dormido genial — se pone de rodillas y me mira — me voy a mi cuarto a ducharme y cambiarme. En media hora estaré en tu puerta, tenemos muchas cosas que hacer. Entre ellas desayunar juntos ¿Recuerdas? Estoy desenado llegar al Buffet. ¡Qué hambre! — me da un beso en la mejilla y un abrazo que me dejan estupefacto y con cara de gilipollas como mínimo. Eso y un dolor ahí abajo que flipas. Porque se ha restregado contra mí casi como un gatito. Esto no puede ser sano. Lola se incorpora y se va hacia la puerta. Ni siquiera me sale una contestación, solo puedo mirar cómo se aleja con mi camiseta puesta, desnuda debajo y descalza. Coge su bolso, su vestido del suelo, sus zapatos y sale. Madre mía, madre mía. Una sensación de euforia me recorre todo el cuerpo, como cuando eres adolescente y vas a tener tu primera cita. Pues así. Una locura.
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Enséñame a volar
Romance"Si a mis 38 años, soltero, friki y hogareño me dijesen que mi vida iba a cambiar radicalmente en un segundo. Me reiría en la cara del que fuese. Pero, dicen que quien ríe el último ríe mejor y te digo desde ya, que fui el primero en reírme y el que...