La sátira caminaba hacia los interiores sin dejar de prestar atención al joven que caminaba por todo el lugar con curiosidad, ¿cómo no tenerla? Tras tanto tiempo encerrado lo único que alguien podría llegar a desear era poder sentir la fría tierra a sus pies y el césped que la acompañaba para dar un fuerte respiro de libertad, tan liberador que hacía que el corazón de cualquiera pudiera saltar de alegría y se relajará al instante.
El chico sonrió empezando a sentir sus pies más ligeros por lo que sus pasos se hicieron aún más veloces para así saborear el dulce sabor del viento y los enriquecidos aromas de las flores.
Aves que cantaban fuera de jaulas, era algo que no se encontraba en una venta de esclavos. El pequeño
Lyon lo sabía bien ahora, tras eso empezó a acercarse a las flores sintiendo los suaves pétalos de las margaritas, las delicadas hojas de las orquídeas y las puntiagudas espinas de las rosas, mientras una persona normal veía un lugar colorido, el chico veía nada, vacío, no podía decir siquiera si era negro, pero color no había.Pero algo en esas flores le hago sentir colores, no visibles, no un color que alguien puede ver y tocar, si no uno que se siente desde el fondo del alma y se saborea con los dedos para verlo mejor con la nariz.
El chico vió y saboreó cada flor del lugar a su manera, contando todas y descubriendo cuantas de cada tipo había, no sabía los nombres, por lo que les puso sus propios nombres, a las bellas y agresivas rosas les puso "picos de calma" pues su hermosa forma le hacía sentir calmado para que los pinchos que tenia le trajeran de vuelta a la realidad.
A las violeta les puso "quinto pétalo" pues todas las que había encontrado tenían cinco pétalos muy bien colocados que no se sobreponían y dejaban que sus compañeros también tomaran sol.
Así continuó con cada flor del jardín sin darse cuenta de que ya había pasado una hora desde que se quedó solo, tras eso el chico escuchó la puerta abrirse y cerrarse sintiendo dos olores familiares.
-Maestra Margaret, señorita Ingrid, hay flores muy bellas aquí- Dijo para luego señalar las flores del piso viendo que habían muchas.
Ingrid trataba de no reír por el comentario, mientras cargaba con una enorme bolsa en la cual varios artículos de metal resonaban con mucha furia, algo pesado era.
-Lo se pequeño, yo las planté- Dijo para luego acercarse y dejar la enorme bolsa de cuero color negro en la banca, tras eso la mujer sonrió acariciando la cabeza del joven.
-¿En serio? Son muy lindas- Dijo Lyon dando la sonrisa más grande que un joven podía tener, su cabello claro y ojos iluminados lo decían todo, había estado mucho tiempo tocando flores, aunque sus ojos no servían, había disfrutado verlas con sus manos y nariz.
-Si, necesitaba un pasatiempo al igual que tú necesitas una herramienta- Dijo para luego empezar a desenrollar la bolsa, no era una bolsa si no un pergamino de cuero en el cual se guardaban varios tipos de armas en cada bolsillo que evitaba que se escapara.
-¿Herramienta?-Dijo el chico acercando su mano a lo que era una cuchilla para luego correr sus dedos hacia su pecho con un susto, había entendido que habían cosas raras pero ese corte le llegó de sorpresa.
-Tienes suerte, Hikares las consiguió a un buen precio en el pueblo- Dijo Margaret tomando lo que era una vieja espada, algo oxidada, pues en realidad solo era para practicar, no necesitaba ser perfecta para ello.
-¿Para que las necesito?- Dijo mientras cual un niño pequeño llevó su dedo cortado, índice de la mano derecha, a su boca para así chuparlo en silencio.
-Vamos a volverte un guerrero- Dijo para luego así ver las armas que habían a su disposición, una maza pequeña, un hacha, un arco, una espada, cuchillas, kunai, y otros tipos de dagas pequeñas, pero en general en un estado no muy bueno.
El chico bastante confundido empezó a tocar las armas, ahora teniéndoles mas respeto para así poder sentir bien todas, este miró confundido a la mujer.
-¿Guerrero? Pensé que solo debería abrir el sello, ¿y como voy a pelear? Soy ciego por si no lo notó- Dijo para luego escuchar una risa de parte de las mujeres.
-Cariño, solo ayer hiciste algo que para una persona normal sería completamente imposible, ¿te parece normal saber el interior de una puerta sin abrirla?- Dijo Ingrid acariciando la cabeza del joven, pata ver que polen caía de esta y tratar de no reír ante ese momento.
-Pues, yo no, no lo sé- Dijo bastante avergonzado para luego solo bajar la cabeza sonriendo la mano de su ama.
-No lo es, la mayoría de la gente ciega se hubiera caído por esa escalera sin un bastón y tu nos trajiste una jarra de ahí y vasos sin problema, creo que puedes ser un guerrero formidable si eliges un buen arma- Dijo para luego empezar a sacar todo el arsenal de lo que era el cuero para que el chico lo sintiera.
-¿Que es esto? Es ligero y siento como si se acomodara a mi mano- Dijo mientras tocaba algo que era muy distinto a las espadas o cuchillas, era una cuerda muy tensada atada a la madera. No era raro que fuera cómodo para él sostenerlo, pues su clan era el encargado de manejar el terreno a la distancia, los arcos que usaba su familia eran legendarios.
-Es un arco, no creo que sea lo tuyo teniendo en cuenta que no tienes mucha. . . Mejor mira algo más- Dijo Margaret para señalar la espada y hacer que el joven la levantara.
-Es pesada, y muy difícil de mover, no se siente bien ni cómoda- Dijo para luego dejarla con cuidado en la banca, tocó el hacha pero al instante la dejó al igual que la masa.
-Parece que eres alguien más de armas ligeras, creo que estos pueden gustarte- Dijo sacando dos pequeñas cuchillas de karambit que mostraban una buena forma, el mango y la hoja estaban algo desgastados en ambas pero sin duda eran muy buenos.
-Vaya, son cómodos y muy ligeros- Dijo empezando a morderlos con mucho cuidado en el aire sintiendo como este era cortado.
-Muy bien, ahora que tienes garras ya puedes defenderte- Dijo Margaret sonriendo para así ver a Ingrid.
-Como los pétalos de la rosa- Dijo y el chico entiendo al instante que esa hermosa flor que había llamado picos de calma se llamaba rosa, este sonrió un poco para sentir como las cuchillas cortaban el viento de manera algo forzada.
-Muy bien, ahora se puede ver que si hay un futuro aquí- Tras eso la mujer empezó a enrollar el cuero dejando el resto de armas detrás, pues sabía que lo más importante era la primera impresión, y había tenido un buen presentimiento con los karambit.
Los filosos colmillos de sus viejas hojas estaban listos para poder practicar y ver como un guerrero empezaba a crecer. La pregunta era ¿cuánto iba a tardar el guerrero en ensuciar esas cuchillas?
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El Ojo Ciego Del Halcón [En Pausa]
FantasyEn una tierra muy diferente a la que se conoce, los humanos viven en la lucha contra un reino oculto, el reino demonio, que durante ciclos puso a la humanidad contra las cuerdas, dejándoles sin opciones para la lucha, los humanos idearon algo. Sacri...