13. Aprendiz Halcón

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Mientras el chico caminaba sintiendo las manos de la mujer, no pudo evitar escuchar las pezuñas que golpeaban el suelo de manera extraña, era muy raro el sentir y escuchar algo así, como un caballo pero más humano, aunque en realidad, una cabra, ¿pero como lo sabría alguien que jamás a visto una cabra?

Entró el chico en la casa y la mujer empezó a dar pequeños saltos fuera para que la tierra saliera de sus pezuñas y así entrar.

Una vez dentro el joven empezó a olfatear y una sonrisa se formó en su cara al sentir el olor de vegetales en el agua caliente.

-Sopa, que bien huele- Dijo mientras se acercaba al comedor para así ver cómo Hikares aún con una escasa altura llegaba a los cajones más altos con sus largos tentáculos.

El comedor era una habitación enorme con una gran mesa en el centro, una gran ventana que daba al exterior cubierta por una ventana roja y un suelo de mármol que parecía recién pulido, en el techo un candelabro que iluminaba con veinte velas, y una puerta con ventana que daba directamente a la cocina por si se le quería decir algo al cocinero.

Ingrid le miró sonriendo para luego darle un par de platos y señalarle la mesa sin decir nada, no hizo falta, el chico comprendía, sus padres le pedían poner la mesa antes y esto le daba algunos recuerdos. Llevando los platos empezó a colocarlos en cada lugar que sentía que había una silla, era una mesa rectangular de madera bastante grande, unas diez sillas entraban así que colocó dos platos de cada lado.

Este empezó a dar unas vueltas alrededor de la mesa para así contra bien las sillas. Este sintió como en el borde contrario a la puerta había una silla más grande a las demás, al suponer que era para su ama movió uno de los platos.

-Muy bien, preparamos mucha sopa así vas a comer bastante- Dijo Ingrid mientras llevaba la olla de sopa a la mesa y daba un suave pellizco a la mejilla del chico.

-Ah, ¿de verdad?- Dijo el joven mirando la olla, no era mucho pero si suficiente para que sobrara un poco para la noche.

-Si, creo que lo tienes ganado, no hicimos mucho aún pero parece que aprendes rápido- Dijo Margaret para luego ver a Hikares colocar los cubiertos en la mesa.

Una cuchara y un tenedor para lo que eran las verduras que quedaban en el fondo, el chico miró en silencio para luego ver cómo las demás se sentaban.

-Siéntate- Dijo Hikares para luego señalar la silla a su lado, Margaret estaba del lado contrario e Ingrid, como el chico pensó, estaba en el borde de la mesa.

El chico se sentó para luego ver a las demás tomar las cucharas, era extraño pues Hikares usaba la punta del tentáculo para pegarla al borde de la cuchara y esto le daba una gran estabilidad.

El chico imitándolas tomó lo que era la cuchara para empezar a beber la sopa de manera lenta y algo incomoda a su parecer, pues estaba más acostumbrado a un plato de madera y no de porcelana, además de que solía beber la sopa del plato.

Las mujeres, Ingrid y Margaret, notaron esto y sonrieron mientras que Hikares solo comía, ella luego comió un segundo y tercer plato, mientras que una persona normal se podría llenar solo con un plato.

Una vez la sopa se había acabado del plato del chico, observó las verduras para empezar a pincharlas con el tenedor y comerlas.

-¿No tienes problema? Los niños no suelen gustar de las verduras- Dijo Margaret murándole en silencio.

-Vengo de una tienda de esclavos, el pan duro era comida del día a día, esto es muy rico- Dijo mientras terminaba de comer las verduras y miraba el plato en silencio. Por decir mirar era más solo guiar los ojos hacia este.

-¿Quieres más?- Dijo Ingrid mirando al chico, Margaret sentía un poco de pena por él pero se quedó callada.

-No, solo estoy muy lleno y estaba muy rico- Dijo mientras se quedaba en el lugar, la sopa no era perfecta, los vegetales estaban duros y le faltaba sal, pero sintió que no se merecía ni siquiera los vegetales crudos pues no había hecho nada.

Tras eso Margaret se levantó para llevar su plato al comedor y el chico al escucharla y notar como se llevaba el plato, gracias a su olor, hizo lo mismo para luego volver a la mesa con la mujer y sentarse a esperar a los demás.

-Muy bien, después de esto haremos un pequeño ejercicio para que así bajemos la comida- Dijo Margaret mientras tratando de que el chico estuviera algo más animado.

-¿Como que? ¿Correr?- Dijo para luego ver a la mujer en silencio, sus orejas se empezaban a mover de manera lenta, como si estuvieran viendo la habitación.

-Suena bien, pero creo que deberíamos hacer más cosas, ejercicios ya verás- Dijo para luego sonreír, tras eso el chico sintió lo que era el tentáculo de Hikares, está tenía una cara seria pero aún se notaba que estaba algo preocupada.

-Ustedes vayan, yo tengo que limpiar algunas cosas- Dijo para luego terminar su plato y levantarse.

-Bueno, oíste a la jefa, despídete que hoy no descansamos hasta la cena- Dijo Margaret con una sonrisa.

El chico no pudo evitar devolver la sonrisa para luego levantarse y mirar a las mujeres. No podía negarse que eran mujeres hermosas, con sus respectivas... peculiaridades.

Cuernos y cola, pezuñas y pelo, tentáculos y ventosas, pero nadie es perfecto ¿o si?

-Adios señorita Ingrid, señorita Hikares- Dijo para luego caminar un poco más alejado de la mesa.
El chico observó cómo Margaret se levantaba para luego caminar a su lado y verla salir. Este salió a su lado observándola empezar a estirar.

-Trata de imitarme así no te lastimarás, aunque probablemente te duela mañana- Dijo la mujer para luego sonreír y mirar como el chico trataba de imitar sus acciones.

No había que negar que el chico era algo, de hecho bastante, increíblemente flexible, en un solo movimiento en el cual tenía las piernas rectas, su pecho se colocó sobre las rodillas alcanzando a tocar el suelo con ambas manos sin doblar las rodillas.

-Vaya, lo haces mejor que yo- Dijo para luego sentirse algo celosa de allá flexibilidad del chico mientras se estiraban y empezaban a calentar.
-Empezaremos por lo básico, trotar, trata de seguirme el paso- Dijo mientras empezaba a dar suaves saltos en el lugar para así empezar a trotar de manera suave al rededor del patio.

El chico empezó a seguirla sin dudar, un entrenamiento para iniciar, no era algo muy malo o difícil por lo que no se quejó a pensar de que tras unos minutos empezó a sentirse algo cansado.

Pero no se detenían, las pezuñas y piernas de la mujer le hacían muy fácil trotar en tierra a la mujer, y el chico no tenía la confianza para quejarse.

Así empezó el entrenamiento del chico, muy agotador sin duda y jamás podría saber si lo resistirlo mientras la mujer empezaba a volver sus pasos más largos y rápidos, aumentando muy rápidamente la velocidad.

¿Podrá resistirlo? Solo el tiempo podría decirlo.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2021 ⏰

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El Ojo Ciego Del Halcón [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora